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lunes, 26 de enero de 2015

INFRARREALISMO, CONTINUACIÓN

FRAGMENTOS DE “El infrarrealismo contraataca”
Se presentó en México una antología. Cultura, 5 de junio de 2014.
Por Camila Pinzón Mendoza / México D.F.

Situémonos en el Distrito Federal a medidos de los años setenta. Nos encontramos con una sociedad que viene arrastrando el movimiento estudiantil de 1968, la euforia de la Revolución cubana y la politización de la cultura. Ahora pensemos en los escritores que punteaban las listas de narrativa y poesía por ese entonces en México […] Publicaban libros sin mayor dificultad, dirigían revistas, influenciaban la crítica literaria, protagonizaban varios de los eventos culturales de la ciudad y lo seguirían haciendo durante años. Eran personas admiradas y queridas por la mayoría de mexicanos que encontraban en su literatura un gran talento y compromiso con el arte. Muchos jóvenes soñaban con crear un nueva Comala o escribir un verso como Paz, pero había otros, otros jóvenes poetas que soñaban con romper esta tradición literaria y lanzarse a los caminos desconocidos.

Era un grupo pequeño que fue creciendo con el tiempo. Se fueron encontrando en los talleres de literatura, en los recitales de poesía, en los cafés y en las calles del Distrito Federal. […] Cualquiera podía entrar, bastaba con repudiar la cultura oficial y creer en otras expresiones estéticas. Les gustaban Breton, Tristan Tzara, el movimiento futurista, la generación Beat (Ginsberg, Kerouac y Burroughs), Guy Debord, Nicanor Parra, Girondo, Vallejo, Martín Adán, los poetas malditos, el rock y los hora zerianos, poetas neovanguardistas peruanos con quienes compartían conceptos e intercambiaban poemas.
[…] Como perros en manada andaban los días y las noches por las calles del Distrito Federal. A las tres de la mañana por todo el Paseo de la Reforma, absortos en discusiones sobre poesía o con los ojos fijos en el poema que alguno leía para todos; por la colonia Guerrero, que parecía “un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto”, y por el centro, en el café La Habana, lugar de encuentro de los exiliados cubanos, donde hablaban sobre la herencia estalinista o sobre el surrealismo o sobre José Revueltas.
Juntos fueron definiendo la idea de una ética y la posición y actitud frente a la cultura oficial. Surgió la idea de crear un movimiento poético neovanguardista: el infrarrealismo. Sin proclamarse, claro, una nueva alternativa de hacer poesía, el movimiento rechazó a toda costa los sistemas de poder dentro del arte y la creación, y propuso la búsqueda continua de la alteridad, de ese otro camino, sobre el principio de que vida y poesía son lo mismo hasta donde permitan los sentidos y las formas estéticas.
La cultura oficial los atacaba: ¡jóvenes rebeldes e irreverentes que roban libros! Y ellos contraatacaban. Inventaban poetas ingleses o franceses y los “traducían” en algún suplemento literario. Se aparecían en los recitales de poesía, tomaban los micrófonos y leían sus propios poemas, poemas vitalistas que iban contra el canon, poemas que hablaban sobre las nuevas dimensiones que adquiría el cuerpo, el deseo, el cambio de la percepción de las otredades sexuales, el colapso de las fronteras entre la alta cultura y la cultura popular.
[…] Casi 40 años después de la creación del infrarrealismo, la tribu se reúne para celebrar la publicación de Perros habitados por las voces del desierto (Editorial Aldvs), una antología que reúne 19 infrarrealistas —con varios poemas inéditos— realizada por Rubén Medina, uno de los fundadores del movimiento.
“Está vivo”, me dice Medina, emocionado, refiriéndose al infrarrealismo. “Aquí estamos, míranos, con las mismas actitudes y envejeciendo”. Han venido de Francia, España, Perú, Chile y otras partes de México. Se abrazan en medio de la presentación, recuerdan a Bolaño, Mario Santiago y Cuauhtémoc Méndez, gritan y se ríen, “nos partimos la madre escribiendo poesía”, se escucha a Juan Esteban Harrington, José Peguero lee uno de sus poemas, Ramón Méndez recuerda los recitales en la Casa del Lago, se quitan el micrófono, Rafael Catana invita al público a comprar el libro o a robarlo. También están Édgar Artaud, Pedro Damián, Guadalupe Ochoa, Víctor Monjarás, José Rosas Ribeyro.
“La idea de esta antología es mostrar que ha habido un trabajo”, me dice Medina. […] “Nosotros no sólo éramos una expresión de rebeldía, escribíamos y algunos lo seguimos haciendo. La consigna del infrarrealismo nunca fue la de publicar; lo fundamental era explorar el binomio vida-escritura por medio de nuestra radicalidad, inusitada percepción y actitud frente a la realidad”.

[…] ¿Qué es el infrarrelaismo, Rubén? “Es el modo en el que decidimos vivir, comunicarnos, pensar, entendernos. La poesía es el corazón de la revuelta, de la revolución. Está en el centro de todo. Tenemos una visión poética de la vida, no soñadora o romántica, sino auténtica, compleja e intensa. Poesía no es sólo lo que escribes en un papel, poesía es este momento, y entender la vida así te exige ser más crítico frente a las poses, el engaño, la artificialidad, te exige cierta verdad, cierta autenticidad”.

domingo, 25 de enero de 2015

LA GENTE DE PAZ EN GUERRA CONTRA LOS INFRARREALISTAS

Este episodio de la historia de la literatura mexicana empezó en mayo de 2014 debido a la publicación de una antología: Perros habitados por las voces del desierto (430 páginas) en Aldus, de Rubén Medina, y siguió en agosto, con una entrevista con el compilador y en diciembre seguía resonando en las páginas de una revista del D.F., Letras libres.

UNO
Un boletín del Museo del Chopo, enviado por la oficina de difusión cultural de la Unam, informaba:

“Perros habitados por las voces del desierto: Poesía infrarrealista entre dos siglos”, de Rubén Medina, antología que reúne por primera vez a 19 de los poetas latinoamericanos pertenecientes al infrarrealismo. Incluye a José Rosas Ribeyro, Mario Santiago Papasquiaro, Roberto Bolaño, Édgar Artaud Jarry, Víctor Monjaraz, Jorge Hernández Piel Divina, Pedro Damián Bautista, Ramón Méndez, Rubén Medina, Mara Larrosa, José Peguero, Rafael Catana, Cuauhtémoc Méndez, Bruno Montané, Claudia Kérik, Óscar Altamirano, Guadalupe Ochoa, Juan Esteban Harrington y Mario Raúl Guzmán.

DOS
El lunes 19 de mayo, otra nota de prensa, más amplia, anunciaba que la presentación del libro sería el 28 de mayo, que los presentadores serían Rubén Medina, José Paguero, Guadalupe Ochoa, Pedro Damián, Mario Raúl Guzmán, Gerardo González y Juan Esteban Harrington, y que habría música interpretada por Armando Rosas, Rafael Catana y Baldíos.

“La antología Perros habitados por las voces del desierto. Poesía infrarrealista entre dos siglos, a cargo de Rubén Medina, reúne textos de 19 escritores pertenecientes al infrarrealismo, movimiento del que hasta hace algunos años se sabía muy poco a causa de su posición crítica y algunas veces abiertamente hostil hacia la cultura oficial. La actividad se inscribe en el marco de Literatura expandida.
Bajo el sello editorial Aldus, el libro presenta el trabajo de los poetas José Rosas Ribeyro, Mario Santiago Papasquiaro, Roberto Bolaño, Édgar Artaud Jarry, Víctor Monjarás, Jorge Hernández Piel Divina, Pedro Damián Bautista, Ramón Méndez, Rubén Medina, Mara Larrosa, José Peguero, Rafael Catana, Cuauhtémoc Méndez, Bruno Montané, Claudia Kérik, Óscar Altamirano, Guadalupe Ochoa, Juan Esteban Harrington y Mario Raúl Guzmán. Cabe mencionar que una tercera parte de los poemas incluidos se publican por primera vez.
La publicación cuenta con la introducción, selección y notas de Rubén Medina, poeta mexicano-chicano y uno de los fundadores del movimiento infrarrealista. Vive desde finales de la década de los setenta en Estados Unidos, donde es profesor en la Universidad de Wisconsin-Madison.
El movimiento infrarrealista surgió en México en 1975 durante el proceso de masificación de la educación superior, que comenzó en 1968, la politización de la cultura latinoamericana durante los setenta, la euforia por la revolución cubana y la crítica de la herencia estalinista y de la complicidad profesional de la izquierda oficial.
Para los integrantes de este movimiento las ciencias sociales no logran explicar en toda su amplitud la emergencia del infrarrealismo y de montones de subjetividades afines incluyendo la nueva dimensión que adquiere el cuerpo, el deseo, el cambio en la percepción de las otredades sexuales y étnicas, la crítica de la izquierda desde la izquierda y el colapso de las fronteras entre alta cultura y cultura popular en la transformación de los imaginarios y las estructuras de los sentimientos.
Los poemas incluidos no desmienten lo dicho ya que el sujeto lírico expresa su propia situación existencial, triangulada por las fuerzas que conforman su identidad y que incluyen las circunstancias del momento, la manera de ser y la acción ética como procedimiento vital “busco / ojeo / cavo / rasguño todo lo que sé / y lo que no sé / por encontrar las palabras exactas / las únicas / que pueden deletrear / mi auténtico aire salvaje / mi humano perdido”, Claudia Kerik.
Mara Larrosa, poeta incluida en dicha antología, escribe sobre la consideración de la vida desde su perspectiva biológica-social “no hemos alcanzado un grado superior de racionalidad para existir,  8600 millones de siglos para que tuviéramos uñas, tobillos, amor por los lápices, por la verdadera lucha social”.
Poemas de calor y de respiración entrecortada es lo que aporta Pedro Damián Bautista “A 165 kilómetros por hora me desintegraré”, así como otros de poetas salidos de las colonias-pueblo, de los hoyos de la modernidad periférica que ahora es una modernidad de contrabando.
La presentación de este libro se llevará a cabo en la cafetería del Museo Universitario del Chopo el miércoles 28 de mayo a las 20:00 horas.Entrada libre. Participan: Rubén Medina, José Paguero, Guadalupe Ochoa, Pedro Damián, Mario Raúl Guzmán, Gerardo González y Juan Esteban Harringon.

TRES
El 26 de mayo, el periódico Enfoque publicó un despacho de Notimex:

Perros habitados por las voces del desierto. Poesía infrarrealista entre dos siglos”, antología a cargo de Rubén Medina, que reúne textos de 19 escritores pertenecientes a dicho movimiento poético, se presentará el próximo 28 de mayo en el Museo Universitario del Chopo.
Bajo el sello editorial Aldus, el libro da a conocer el trabajo de poetas como José Rosas Ribeyro, Mario Santiago Papasquiaro, Roberto Bolaño, Édgar Artaud Jarry, Víctor Monjarás y Mario Raúl Guzmán, entre otros.
La publicación, un tercio de la cual es inédita, cuenta con la introducción, selección y notas de Rubén Medina, poeta mexicano-chicano y uno de los fundadores del movimiento infrarrealista fundado en la Ciudad de México, en 1975, por un grupo de poetas jóvenes.
Para los integrantes de este movimiento, las ciencias sociales no logran explicar en toda su amplitud la emergencia del infrarrealismo y de montones de subjetividades afines, incluyendo la nueva dimensión que adquiere el cuerpo, el deseo, el cambio en la percepción de las otredades sexuales y étnicas.
Mara Larrosa, poeta incluida en dicha antología, escribe sobre la consideración de la vida desde su perspectiva biológica-social y afirma que “no hemos alcanzado un grado superior de racionalidad para existir, ocho mil 600 millones de siglos para que tuviéramos uñas, tobillos, amor por los lápices, por la verdadera lucha social”.
Los poemas incluidos en la antología no desmienten lo dicho ya que el sujeto lírico expresa su propia situación existencial, triangulada por las fuerzas que conforman su identidad y que incluyen las circunstancias del momento, la manera de ser y la acción ética como procedimiento vital.
“Busco / ojeo / cavo / rasguño todo lo que sé / y lo que no sé / por encontrar las palabras exactas / las únicas / que pueden deletrear / mi auténtico aire salvaje / mi humano perdido”, expone la poeta Claudia Kerik.
Poemas de calor y de respiración entrecortada es lo que aporta el artista Pedro Damián Bautista en “A 165 kilómetros por hora me desintegraré”, así como otros poetas salidos de las colonias-pueblo, de los hoyos de la modernidad periférica que ahora es una modernidad de contrabando.
En la presentación del libro participarán Rubén Medina, José Paguero, Guadalupe Ochoa, Pedro Damián, Mario Raúl Guzmán, Gerardo González y Juan Esteban Harrington.

CUATRO
Gabriela Cervantes y Mario Castro en Scribd

Un buen día hace unos 40 años, un grupo de jóvenes (clasemedieros, izquierdosos, hartos del régimen cultural y con dos chilenos y un peruano incluidos! decidieron formar un movimiento que prometía romperle la madre a Octavio Paz, el aún monolítico poeta del México contemporáneo (como forma de romperle la madre a la cultura oficial mexicana!). Reuniéronse para recopilar su poesía, hacer lecturas que terminaban en borracheras de proporciones y atmósferas dionisiacas, irrumpir en lecturas abiertas oficiales donde las palabras, en no pocas ocasiones, se catafixiaron por puños: el movimiento comenzó a invadir los “altos y refinados círculos culturales”).
Aun así, el infrarrealismo no nació en México: su concepción, por lo menos la base teórica, fue creada por el también chileno Roberto Matta, personaje iniciado, expulsado y perdonado por el surrealismo de Bretón). A finales de123, Matta entregó al poeta francés Jean Schuster una serie de notas guía, esquema de una ponencia presentada durante un congreso en la Cuba recién encaminada al socialismo; dichas notas fueron publicadas con comentarios del francés bajo el título de Développements sur l’infra-réalisme de Matta
en1970. Esta historia se cuenta aparte)

Probablemente, Roberto Bolaño —el narrador tan aclamado como escupido— supo de la existencia de este libro casi cuando se publicó. Como sea, ambos chilenos apostaban por una misma tendencia estética: la revolucionaria en su sentido más estricto. Siendo jóvenes en una Latinoamérica gobernada por dictaduras, más o menos viles, la opresión los conduce a revertir órdenes morales y políticos: su poesía no respeta la melosidad de un López Velarde ni mucho menos el frac con que visten los versos de un Paz preNobel; se aliena a la embriaguez de la calle que acompaña a los poemas de infraín Huerta o al sentimiento de extrañeza y automarginación propia de los
beatniks.

CINCO
La revista Siempre! incluye el 23 de agosto una amplia entrevista de Adriana Cortés Kiloffon

Se reúne a diecinueve poetas del movimiento infrarrealista fundado en 1975 por Rubén Medina, compilador del libro Perros habitados por las voces del desierto (Aldus, 2014) y catedrático de la Universidad de Wisconsin, quien se propuso desde sus inicios confrontar a los grupos de poder literarios. Medina vive desde hace 37 años en Estados Unidos integrado a la comunidad chicana y latina. Roberto Bolaño, además de una veintena de poetas (Mario Santiago Papasquiaro, José Vicente Anaya, José Rosas Ribeyro, Bruno Montané, Juan Esteban Harrigton, Mara Larrosa, Gelles Lebrija, José Peguero, Guadalupe Ochoa, Jorge Hernández, entre otros) participaron en este movimiento y salieron de México para “buscar otros espacios de acción y supervivencia, lugares que al menos nos permitieran mantener la dignidad, y poder existir fuera o al margen de las mafias y grupos de poder literario”, de acuerdo con Medina.

—El desierto, el callejón sin salida, los márgenes son imágenes claves en el infrarrealismo, según lo dice en la introducción. ¿La poesía: una salida a ese callejón? ¿Un oasis en el desierto?

—La poesía no es una “salida” sino una forma de navegar por ese desierto, una manera de entrar al callejón sin salida y habitar los márgenes, y ocupar el centro temporalmente. La metáfora del oasis tiene una dimensión romántica en el imaginario y supone siempre una realidad de excepción a lo ordinario; es el espacio de revelación y conciencia que crea o descubre una individualidad “privilegiada” que es el poeta. Aunque, por otra parte, sí podría ser un “oasis” pero en el sentido que Baudelaire da en su poema “Le voyage”, como ese lugar del horror en el desierto del aburrimiento, un oasis de horror en el centro de la vida cotidiana. Es decir, Baudelaire invierte o convulsiona la metáfora de la tradición romántica, y tal inversión proporciona otra conceptualización del poeta.

—La vida como arte / El arte como vida: ¿la consigna del infrarrealismo?

—Se trata de mover nuevamente el arte o la poesía a la vida, de asumirlosde esa manera, pues la institución busca mayormente domesticar el arte, separarlo de lo que verdaderamente importa (y que esto implica considerar toda clase de problemas humanos y sociales).

—¿Cuál es el papel de Papasquiaro en la consolidación del infrarrealismo?

—Es, por supuesto, clave. Mario regresa de Europa e Israel a finales de 1978 y reagrupa a los infras que se habían quedado en México, cuando ya nos habíamos ido del país Bruno Montané, Roberto Bolaño, José Rosas Ribeyro y yo. La existencia y continuidad del infrarrealismo se debe mayormente a él, pues durante los años ochenta varios poetas se suman al grupo, precisamente por la labor de Mario. En los noventa asimismo crea las ediciones Al este del paraíso. Su labor es consistente durante tres décadas. Y aún antes de que emerja el infrarrealismo Mario introduce la actividad neo-vanguardista en México a principios de los setenta; de hecho en enero de 1974 publica Zarazo, una revista informada por la actividad del surrealismo, dadaísmo, los Beat, Hora Zero, los situacionistas, y la teoría marxista posterior a 1968. Mario nunca se desvía de este camino que emprende cuando apenas cuenta con dieciocho años. Por eso digo en la introducción de Perros habitados que él es la figura radical de la neo-vanguardia latinoamericana.

—¿Qué significado tiene “Déjenlo todo, nuevamente” de Bolaño para el infrarrealismo?

—Es una reconsideración crítica de las vanguardias históricas y el punto de partida del infrarrealismo como movimiento y colectivo. Ahí se expone, telegráficamente, la ética y estética del infrarrealismo. Ese manifiesto emerge durante las caminatas diarias y discusiones de varios miembros del grupo, y a la necesidad de exponer algunas ideas básicas. Roberto tomaba notas, discutía, nos leía párrafos de lo que había escrito la noche anterior, y cada uno opinaba o elaboraba a partir de lo que se decía. Lo publicamos cuando Peguero y yo sacamos el primer y único número de Correspondencia infra en 1977.

—¿La publicación de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño por una parte recrea “una mitología seductora del infrarrealismo, y por otra convierte al infrarrealismo en un hueso bastante manoseado y duro de roer”?

—La novela de Bolaño captura aspectos importantes del infrarrealismo, y cobra ahí una existencia, complejidad y proyección (si bien ficticia y por ello enormemente más poderosa) que se le había negado en México y que muchos ignoraban. La novela inmediatamente tiene una recepciónestupenda en todas partes del mundo hispánico y los lectores (sobre todo jóvenes) se entusiasman con la novela y las aventuras de sus miembros e integrantes. Se adentran en la polifonía de la novela y ésta los invita a la aventura y los caminos, a repensar la literatura, la poesía en el mundo actual, el riesgo, las cuestiones éticas, el amor y la sexualidad.

—¿Por qué Bolaño introduce en esta novela a la poeta Concha Urquiza como personaje?

—Creo que al leer a Bolaño hay que entender su inmensa habilidad y creatividad ficcional, esto es, el modo en que toma lo real o histórico y lo adapta para sus propios fines. Eso es típico de su narrativa. Cesárea como personaje en la novela ofrece una manera de reconsiderar la vanguardia histórica a través de la experiencia de una mujer y poeta marginada, perdida por el norte de México; es como imaginar la figura femenina en México de César Vallejo, el más complejo y original de los vanguardistas latinoamericanos, a la que buscan los visceralrealistas a fin de poder descifrar los misterios de la poesía y de la vanguardia. Todo esto a fin de liberarse de ese pasado, y asumir plenamente su orfandad, una nueva y emergente subjetividad. Este tránsito se puede ver al comparar esas dos figuras fundamentales en la novela: Cesárea Tinajero y María Font. Vanguardia y neovanguardia.


SEIS
Y en diciembre, David Medina Portillo publica un artículo, “Vanguardias de salón”. Sobre este autor la revista incluye una tarjeta de presentación: nació en la Ciudad de México en 1963, es poeta, ensayista y editor. Y también es “editor-in-chief de la revista bilingüe Literal: Latin American Voices”.

Como toda vanguardia que se respete, el infrarrealismo tuvo una vida breve y, según José Vicente Anaya, murió de muerte natural hacia finales de los años setenta. Sin embargo, para Rubén Medina, responsable de esta antología, el infrarrealismo no es una vanguardia cualquiera sino un fenómeno heterodoxo, una suerte de revolución permanente destinada a poner de cabeza el panorama de la poesía tal y como se concibe en nuestro medio local-global contemporáneo. Contra la realidad endémica y atávica de una tradición excluyente, mafiosa y oficiosa que durante décadas y décadas ha contado con “todos los recursos de una nación” (sí, señor) y que, en esa medida, se reparte puestos y canonjías perpetuándose dentro de las intrincada redes del poder en México, el infrarrealismo se ha propuesto, desde su fundación en 1975, como “la aventura, el callejón sin salida, una nueva ética del escritor, el nomadismo, el constante movimiento entre los márgenes y los centros, la crítica y la autocrítica; experiencias todas ellas que deben definir más profundamente a los poetas y la poesía en la época contemporánea”. Todo un plan de acción maestro, como se ve, lo suficientemente espeso como para que cualquiera entienda lo que sea; entre otras cosas que el infrarrealismo no-está-de-vuelta porque, para ser honestos, nunca se fue.

En efecto, la intención principal –si no es que única– de Perros habitados por las voces del desierto es llamar la atención sobre cómo el infrarrealismo es capaz de reinventarse y reaparecer hoy bajo un carácter de neovanguardia post. Según Rubén Medina la revuelta de los ismos históricos (dadaísmo, futurismo, surrealismo, etcétera) nunca sobrepasó los márgenes de la página; las vanguardias sesenteras y setenteras, en cambio, pusieron todo su empeño en fundir vida y poesía. Las casi sesenta páginas del prólogo reclaman para sí esa herencia y, siguiendo en más de un sentido los ejemplos de la Internacional Situacionista, aspiran a reconstituir el infrarrealismo actualizando, en pleno siglo XXI, ya no una insurrección utópica a la vieja usanza sino un arte pro, experimental y multidisciplinario, como quizá habría querido Guy Debord. De este modo, la antología reúne a diecinueve infras con obras tan tempranas como Reinventar el amor (Martín Pescador, 1976), de Roberto Bolaño, hasta el recientísimo Mapas de bolsillo (Tajamar Editores, 2014), de Bruno Montané. En el arco que va del invisible Bolaño a Montané, Rubén Medina recurre a algunos libros marginales –de cartoneras e incluso inéditos– lo mismo que a un gran número de títulos publicados con presupuestos universitarios y del Estado y, en un solo caso, el de Bolaño, bajo sellos globales como Random House (Lumen) o independientes y trasatlánticos como Anagrama y Acantilado. En este contexto, la probable vigencia del infrarrealismo estaría en relación directa con su inquebrantable vocación nómada, la que le ha permitido no solo atravesar el siglo sino adoptar y adaptarse a los previsibles tópicos de la posestética. Qué importa si, en su momento, Bolaño y Papasquiaro hablaron del infrarrealismo como un episodio fechado y dejado atrás.

El proyecto de un infrarrealismo activo es una posibilidad tentadora. Sin embargo, apenas si resiste la prueba de un sentido común mínimo. En efecto, Rubén Medina hace hincapié en una “nueva radicalidad”, determinada por una fuerte conciencia de la realidad y del papel del “productor de cultura” en la sociedad, lo que conduciría a una “ética de la vida diaria” que, supongo, también es nueva. De acuerdo con esto, el poeta infra se definiría por “una vida precaria pero no como precondición de su verdadera identidad y búsqueda (no estamos en tiempos de san Juan de la Cruz, ni tampoco se puede entender el infrarrealismo solamente a través de un esquema de clase social), sino como resultado de mantener una ética en la impositiva economía del mundo moderno global”. Dicho de otro modo, no tenemos por qué vivir como Darío Galicia, el infra de quien corrían leyendas sobre su trepanación (por lo demás cierta, hay poema de Bolaño al respecto), y al que solo Huberto Batis tenía la extravagancia de publicar en el suplemento Sábado de los años ochenta. Al parecer, Darío quiso fundar el primer partido comunista homosexual mexicano y alcanzó a publicar un solo libro, La ciencia de la tristeza, antes de apagarse en el anonimato, según testimonio del también infra Uriel Martínez. ¿Podríamos imaginar a Darío Galicia como autor de Perros habitados por las voces del desierto. Poesía infrarrealista entre dos siglos? Esto o algo parecido sería lo lógico. Pero no nos engañemos, en su nueva versión el infarrealismo no exige una marginalidad patética y patente. Quizá por ello, Darío ni siquiera aparece en esta antología, pese a que Bolaño lo consideraba el mejor poeta entre los infrarrealistas, junto con Mario Santiago. Aunque ya sabemos, Bolaño dijo tantas cosas, contradictorias entre sí muchas veces. La cuestión es que Rubén Medina es un PhD adscrito al área internacional de la Universidad de Wisconsin, en donde asiste como director del Global Cultures Certificate Program. Ejerciendo una ley no escrita característica de la academia en general y de la norteamericana en particular, desde ahí puede suscribir el discurso de la marginalidad y hasta manifestarse como antisistémico, siempre y cuando sea gracias al mismo sistema. ¿Hace falta decirlo? Si al igual que las vanguardias de principios del siglo XX el infrarrealismo “histórico” emergió espontáneamente, las neovanguardias de hoy parecen inconcebibles fuera del claustro universitario, las fundaciones y demás circuitos institucionales encargados de la “producción de cultura”. Para algunos de los fans del infrarrealismo la antología de Rubén Medina es todo un acontecimiento. Heriberto Yépez ha celebrado el volumen como una de las “obras literarias más importantes publicadas en México en esta época”, junto con su prólogo, “uno de los ensayos más completos que haya escrito un poeta mexicano en los últimos cuarenta años. […] Sospecho que vienen en camino otros ovnis”. Sin embargo, ahí donde Yépez ha comenzado a presentir ovnis yo apenas si puedo ver algo más que los despropósitos de una vanguardia de salón.

José Vicente Anaya dejó atrás el infrarrealismo y siguió escribiendo ya solo como José Vicente Anaya. Por simple lógica no cupo en esta antología. A Darío Galicia, acaso igual que a otros infras excluidos por Rubén Medina, lo condenó su propia radicalidad extenuada hasta el anonimato. Con Roberto Bolaño sucedió lo contrario: la demasiada fama nos privó de verlo aparecer en esta antología y de sus poemas aparecen solo los títulos seleccionados pero no el texto. Tales ausencias me parecen un tropo estupendo: el infrarrealismo se hace a un lado..., viva el infrarrealismo.

SIETE
MENSAJES DE LOS LECTORES

Anónimo (no verificado) - Diciembre 23, 2014.
Dos modestas aclaraciones: 1. Darío Galicia nunca fue infrarrealista, sólo era un amigo. La confusión viene a partir del personaje Ernesto San Epifanio de Los detectives salvajes. La novela está inspirada en un grupo de amigos, pero no es la foto o crónica maniquea de ese grupo, ni tampoco del infrarrealismo, como casi todo el mundo, leyendo mal la novela, ha aceptado o querido creer. 2. Uriel Martínez tampoco fue infrarrealista.

Elmer Werner (no verificado) - Diciembre 19, 2014.
no poems? just gossip? Vileness.

Nibaldo (no verificado) - Diciembre 19, 2014.Sin ninguna duda, Perros habitados por las voces del desierto es una antología crítica de un alto nivel reflexivo, histórico y estético, con gestos lúdicos provocativos, como el de dejar en blanco el espacio donde debieron estar los textos de Bolaño, con un vocabulario que roza lo insurrecto y con una estructura que permite engarzar una lectura que no se detiene, como no lo hace esta poesía. Celebro la publicación de un libro de tanta potencia poética y crítica, celebro que se distancie del típico texto hecho para agradar y evitar la discusión. Celebro, por último, que haya llegado a manos de un crítico que, sin mucha astucia, a través de su desprecio, solo logra exhibir lo que el poder sigue creyendo y temiendo del Infrarrealismo.

El episodio no termina aquí, sigue con el mismo reseñista Medina Portilla, quien ya se había ocupado, en 2013, de uno de los autores infrarrealistas, Mario Santiago Papasquiaro, lo agrego. Arte & basura, selección y prólogo de Luis Felipe Fabre (Almadía, 2012, 96 pp.)


OCHO
Papasquiaro es una leyenda alentada por Bolaño, un mal sueño de Ulises Lima que –mira tú– no acredita en Anagrama. Un bardo, habitualmente convulso entre lumpen y dadá, envuelto hoy en el incienso de una mistificación que subvierte al intratable en víctima: nuestro olvidado en la república de las letras. Arte & basura, libro de Papasquiaro solo gracias a la “curaduría” de Luis Felipe Fabre, es el capítulo más reciente y más pretencioso de esta mistificación.

Qué incómodo ver al curador empeñado en acentuar la afectación retórica: “Papasquiaro es un topónimo adoptado como apellido en homenaje al escritor José Revueltas pues así se llamaba el lugar donde nació: ¡literatura!” Tras la exclamación, el personaje reaparece como un as del terrorismo cultural y el adefesio. Como si Mario Santiago Papasquiaro (Ciudad de México, 1953-1998) recayera en la lírica solo por sus azotes heavy y no como el crispado desdén, precisamente, a la literatura y sus instituciones. Arte & basura es un conjunto heterogéneo de materiales, entre textos sueltos e “intervenciones”: poemas y anotaciones escritos al margen o sobre libros, revistas, boletos, servilletas, envolturas, etc. Claro, al infrarrealista jamás se le ocurrió un paquete así. Pero el propósito de Fabre al darle forma de libro fue evidenciar que para Papasquiaro la poesía fue una manera de estar en el mundo antes que una vocación convenenciera. El resultado es una distracción estetizante. El impresentable resuelto en artista conceptual, por si las moscas. Su manera de estar en el mundo, la de un coqueto adorno para la mesilla de centro. 

Previsiblemente, Fabre no deja pasar la ocasión de amonestar y enmendar la “historia oficial” de la poesía mexicana en el último siglo. Ya se sabe, la fastidiosa lucha entre buenos y malos contada –otra vez– desde los lugares comunes de la épica contestataria. Papasquiaro es poco más que la excusa para reactivar la disputa en esa esquina tan socorrida a últimas fechas, la obra de Roberto Bolaño y su equívoca genealogía, del estridentismo al infrarrealismo.

El curador advierte en el prólogo que el texto le importa menos que el contexto: si cambia, quizá los personajes retornen transformados. Hay que renovar no solo las formas de escribir ahora, afirma Fabre, sino también la idea de cómo se escribió antes. ¿Reinventar una tradición otra, como haría un Borges trasudando postestructuralismo? Bastaría con recurrir a algunas de las santísimas oposiciones de rigor: Estridentismo vs. Contemporáneos, Efraín Huerta vs. Octavio Paz. O de otro modo: proletarios vs. exquisitos, populacheros vs. cosmopolitas. Etcétera. Con el subterfugio, claro, de suplir la historia por un puñado de anécdotas. Una cuenta que el Estridentismo fue algo más que una versión periférica de las vanguardias: una insurrección frontal a los poderes dominantes de la poesía y su filántropo mecenas, el Estado. List Arzubide puede presumir así al desinformado empíreo, en contra de Contemporáneos: “opusimos nuestra gran risa despreciativa y altanera, que todavía duele a los poetas de los ministerios que, usufructuando el favor del Estado, no fueron capaces sino de adquirir una gloria de papel” (El movimiento estridentista). Pero cualquier monografía básica registra que en 1925 Maples Arce despachaba como secretario de Estado en Veracruz y una hojeada a la revista Horizonte (1926-1927; FCE, 2011) regala al lector con loas a estadios y carreteras. El delirio más bien charro de una Estridentópolis en Xalapa, sufragado por el gobernador Heriberto Jara.

Corre la especie de que Bolaño se la jugó arrebatando del olvido la rijosa leyenda del estridentismo. Según La era de la discrepancia (2007), el libro de Cuauhtémoc Medina y Olivier Debroise sobre las vanguardias artísticas de los años setenta en México, los infrarrealistas “fueron publicados en Plural, la revista de Octavio Paz, [aunque] pronto el grupo fue marginado por su afán de provocación contra las mafias literarias”. Falso: la revista en que Bolaño firma, en los números 61 y 62, una semblanza, digamos, lírica del estridentismo y una entrevista a sus sobrevivientes no era ya la de Paz, que había renunciado varios meses antes (el último número que dirigió fue el 58, en julio de 1976). Bolaño entró por la puerta que había abierto Luis Echeverría con el golpe a Excélsior.
A juicio de Fabre La era de la discrepancia es la mejor interpretación que se ha hecho sobre el infrarrealismo y sus protagonistas. Para quien conozca esa investigación es obvio que de ahí surgió la idea de montar esta selección. Papasquiaro y el infrarrealismo tienen un lugar natural entre la insurrección contestataria y el desmadre setentero. Lástima que en las reivindicaciones de últimas fechas el radicalismo alternativo ya solo alcance para alimentar una poesía declaradamente anticanónica y antisistémica pero no menos cobijada por el Estado y la academia que por la retórica publicitaria de la rebeldía.

Cinco comentarios
Abundio Martínez (no verificado) - Agosto 30, 2014. Se supone que esta es una revista de literatura, ¿no es cierto, David Medina Portillo? Así, pues, ¿por qué no te dedicaste a escribir sobre los poemas y no respecto de cuánto te duele y arde la publicación de un libro sobre alguien a quien crees detestar? Vaya "artículo". Con razón Villoro los dejó. Como sea, ahora tengo unas ganas desaforadas de comprar el libro. En un rato lo haré.

Bun Alonso (no verificado) - Marzo 29, 2013. Bueno sí, ¿y la sustancia de la reseña? Pura retórica cantinflesca.

Pedro Damián Bautista (no verificado) - Marzo 24, 2013 ...cuando los "liberales" ven a lopezobrador en todo

Arturo Alvar (no verificado) - Marzo 23, 2013. Jaime Labastida tomó la revista "Plural" después del golpe de Luis Echeverría a Excélsior, sería él tanto o más responsable de la publicación del artículo sobre los estridentistas. Bolaño, que en ese momento no era publicado por ningún suplemento oficial, aceptó la propuesta, porque no fue ingenuo. Si lo fuera, se hubiese ido por esa historia maniquea de los buenos y los malos. No me parece que haya entrado por la puerta grande, se coló por ahí en el caos de la lucha intestina por el poder cultural. Por cierto, Jaime Labastida se ha vuelto un monstruo semejante a Paz, en cuanto a su influencia en el aparato cultural, pero ya quisiera Labastida soportar esos premios y cargos con una obra así de consistente. Del libro "Arte & basura", no se habló más que del gesto y lo sangrón de Fabre, igualito que Yépez. ¿Dónde está la poesía de Mario Santiago?

Juan Perez - Marzo 11, 2013.Ok, muy bien todo lo que dices, pero... ¿y la crítica al libro? Y los poemas ¿qué tal?

Dejamos aquí el episodio, pues ya se alargó mucho. A mí me queda claro que el reseñista de la revista Letras libres hizo su oficio de crítico sin buscar una tierra de nadie. Y lo mejor fueron los comentarios de los lectores, que bien podrían vivir con mayor tranquilidad si dejaran de leer a Medina Portilla. Consejo que vale también para mí. Agradezco a Francisco Javier Elorriaga Barraza que me haya enviado la entrevista de Siempre!

lunes, 5 de enero de 2015

LA ESPOSA DE ALFONSO REYES

En julio pasado, Sandra Frid presentó una novela, Reina de Reyes, publicada por Planeta, en la que presenta datos de la biografía de Alfonso Reyes y la vida que pasó con su esposa, Manuela Mota, un trabajo que le llevó cuatro años. Hace unos días se cumplió un aniversario más de la muerte del más importante escritor del siglo xx en México: 27 de diciembre de 1959. Cada vez hay más personas interesadas en la vida privada de los escritores, un hueco que se irá cubriendo en la exigua historia escrita de la literatura mexicana. Un ejemplo a tener en cuenta es el libro de la viuda de José Juan Tablada, Nina Cabrera, que dedicó parte de su tiempo a poner por escrito sus recuerdos del poeta, escritor y cronista.
En notas y entrevistas de julio pasado que están en Internet, incompletas y con errores, una actitud alentada por Frid es la de llamar “secretos” a esas anécdotas por ella “descubiertas”, como le ocurrió a los que “descubrieron” América, que siempre ha estado allí. Lo que hizo Frid fue buscar en los archivos y en los libros Reyes y encontrar una veta: Reyes tuvo una novia, Manuela, cuando eran estudiantes adolescentes y tuvieron un hijo. Cuando el padre de Reyes murió en los sucesos conocidos como la Decena Trágica, en México, Alfonso obtuvo del general Victoriano Huerta, golpista, usurpador, un trabajo en la embajada en Francia. Al caer Huerta, Reyes se trasladó a España, con esposa e hijo, sin empleo. Buscó y encontró qué hacer, seguir con lo que ya hacía: cultivar la literatura e incluso escribir reseñas sobre el naciente cine. Manuela, Alfonso y su hijo pasaron frío y hambre. Y no hay alusión a esta época en las notas periodísticas que publicaron sobre el libro de Frid.
Otras vidas de artistas importantes han sido más divulgadas, la que más es la de Diego Rivera. La viuda de Siqueiros, Angélica Arenal (1909-1989), asistía a la oficina de la Sala de Arte Público legada por el pintor “al pueblo de México”. Recuerdo las veces que estuve allí, con el maestro Alberto Híjar y algunos alumnos de Filosofía de la Unam y del Taller de Arte e Ideología, Ana María Escalera y Armando Castellanos y otros. Alguien dijo que ella estaba dictando sus memorias.
Lo que a veces descubren los lectores de revistas, periódicos y libros, y los que van a presentaciones de libros, es algo que no esperaban: los escritores son humanos. Y a veces son escandalosos, como Óscar Wilde o Paul Verlaine, quien hospedó en su casa a Arthur Rimbaud sin que le importaran las quejas de la señora Verlaine.
En tiempos de la Revolución Mexicana, Alfonso Reyes se portó como cien años después no lo harían los escritores mexicanos, pero no fue el único. Salvador Díaz Mirón dirigió un periódico durante la dictadura. Al caer Huerta fueron muchos los escritores que salieron del país. Se habían equivocado de patrón.
Que Reyes fue intolerante con su esposa, que sentaba en sus piernas a las admiradoras que lo visitaban, que hizo lo que haya hecho, como desnudar en su casa a una mujer durante la ausencia de Manuela, sí, y la cuestión es ¿por qué Frid escribió sobre esto? Es posible que Reyes estuviera ejerciendo un magisterio difícil: orientar las búsquedas de los futuros investigadores de sus obras. O más bien se debe a la relevancia que han ido teniendo las mujeres en la escena cultural.
Un amigo, Héctor Perea, publicó las cartas de Reyes con Victoria Ocampo, cuando el archivo de Reyes estaba en la Ciudad de México. Ahora que está en Monterrey (¡qué bueno que no está en la Universidad de Austin, en Texas, que paga bien a los familiares por los archivos de los escritores) la investigadora Frid tomó el camino de “rescatar” a Manuela Mota.
Paulette Patout publicó en 1990 (edición en francés, 1978) un libro: Alfonso Reyes y Francia, con sello de El Colegio de México y el Gobierno del Estado de Nuevo León. Consta de 664 páginas, más 89 páginas de apéndices: dos cartas y dos textos de Reyes, una bibliografía, que va de la página 673 a la 729, y un índice onomástico, de la 731 a la 756. Y hay un libro sobre Reyes y Brasil, y volúmenes de cartas con personas de su tiempo.
Visto así, escribir una novela sin el aparato académico de la investigación realizada, es una proeza. Pero que los reporteros de periódicos y revistas no se llamen a engaño. El trabajo de Sandra Frid obligará a más trabajos de más investigadores, porque Reyes es una fuente inagotable de humanidad.

viernes, 2 de enero de 2015

PERIODISMO CULTURAL EN EL D. F.

Pasan los años y el periodismo cultural de la capital de México permanece inmutable, desvaído. Si Batis fue un editor maestro, sus discípulos siguen sus pasos con impermeables y paraguas, por si llueve. Esto quiere decir que sus lectores viven tranquilos, sin preocuparse. La conmoción que llevó a la presidencia a Ernesto Zedillo, el asesinato de Luis Donaldo Colosio, y a las presidencias que siguieron, no ha ocurrido en las páginas culturales de los periódicos. Un discurso reciente del presidente de Reforma lo comprueba, cuando se refirió a que la verdad es una misión de los periodistas, como si nadie hubiera visto Rashomon (1950), película japonesa donde cada testigo cuenta lo que vio desde su sitio. Y la convivencia de los invitados a ese discurso en la celebración de Reforma parecería una democracia impecable, no hay izquierda ni derecha, la unión forja la verdad.

La sucesión generacional, de Benítez a Batis a Julio Aguilar sería un capítulo brillante en una historia oficial, excepto que faltan nombres: Adolfo Castañón y su ruptura con Monsiváis en Siempre!, Luis Spota en Novedades, Jorge Alberto Lozoya y Emmanuel Carballo en El Día, los que heredaron Plural, la revista que Octavio Paz fundó como parte de Excélsior, por más Vuelta que hubiera querido el poeta, quien prosiguió su labor excluyente como si nada, los que tendieron Nexos, políticos cultos, los que cubren la jornada semanal en principio con el magisterio de Benítez y así, incluso en la televisión pública, cuando termina el periodo de Calderón sigue en la pantalla de Canal 22 los mismos locutores, quizás los mismos programas. Faltan nombres e ideas que Humberto Musacchio no tendrá que compilar.

En esa línea continua se encuentra el “yoísmo”, una mala costumbre en los comentarios literarios. La falta de periodistas culturales auténticos —con excepciones, como Columba Vértiz en Proceso—, lleva a los literatos a dar entrevistas, a firmar artículos, a dar opiniones al por mayor. La palabra ensayo lo permite todo y la reseña de un libro llega a ser un volumen de las obras completas, y no es un género periodístico, no es un capítulo de tesis o de investigación doctoral, sino páginas sueltas del día. En ese oficio otro maestro fue Pacheco, guía del inventario de huesos consagrados, siempre ajeno al presente para evitar las fluctuaciones de la fama, sobre todo entre los jóvenes. Con Pacheco escasean los ensayos pero abundan las reseñas que muestran tesoros ocultos.


El “yoísmo” está presente en el número que Confabulario (El Universal, 28 de diciembre de 2014) le dedica a Huberto Batis. La semblanza del profesor  queda entreverada con los recuerdos de los ex alumnos, redactores desequilibrados: menos Batis y más lo vivido con Batis. ¿La razón? Es más sencillo escribir memorias que emprender una investigación, sobre todo si el personaje es uno mismo. Ocupados como están en sus propias obras, no entrevistan a contemporáneos de Batis, no van a la hemeroteca, no revisan el abundante material de la época, la de Batis editor que es parte de Batis profesor y autor. De ello resulta una labor pospuesta, que emprenderá algún tesista, para el que la lectura de este número de Confabulario, el número 82 de una segunda época, no servirá de mucho. Los colaboradores invitados por el editor, Julio Aguilar, fueron, en orden de aparición: Guillermo Fadanelli, narrador; Alberto Ruy Sánchez, narrador, editor; Julio Aguilar, editor; Alegría Martínez, dramaturga, periodista (autora de los libros Manuel Becerra Acosta, periodismo y poder, 2002, y Juan José Gurrola, 2007;  en su entrevista une su voz a la de Batis, quien habla de sus años con los jesuitas); Pura López Colomé, poeta, traductora, y Carmen Boullosa, narradora, poeta.