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jueves, 12 de abril de 2012

CEREMONIA DE PREMIACIÓN SOCIEDAD CULTURAL BALUARTE


Fueron entregados los Premios Salvador Díaz Mirón el 27 de marzo pasado. Al centro, de barba, el Presidente de la Sociedad Cultural Baluarte, C.P. Víctor Gardoqui Zurita, y penúltima del lado derecho, Dra. Graciela Olvera Ibáñez, Vicepresidenta.

CARLOS CANO, DETRÁS DE LA FANTASÍA INFANTIL / IVONNE MORENO USCANGA

El universo infantil es rico en fantasías y acciones lúdicas, lo cual lo hace fascinante pero a la vez complejo. En distintas ocasiones las ciencias expertas del comportamiento humano han aseverado: Infancia es destino. No obstante, para otros, tal sentencia es cuestionable. Cierta o no, los niños son criaturas impredecibles y en ello radica  su encanto. Cada infante es diferente según su crianza y según sus primeros contactos con el mundo adulto. Estos son en gran medida los responsables de su desarrollo integral (intelectual y psicomotriz) para irse adaptando a distintos medios.

Pero ¿qué sucede en el proceso de esa integración? Entre varios aspectos, sus juegos y una aproximación imaginaria a una posible vida futura. Al construir un escenario mágico, los niños muestran con  sus risas, sus alegrías y sus caritas tristes sus desencantos y melancolías. Uno de sus enlaces en mencionado trance,  sus eslabones con el mundo, son los primeros dibujos, el  canto, el  baile y sus  sutiles relatos, todos plagados de hipérboles y  superhéroes. Estas intenciones las percibo en las pinturas acerca de rostros de niños del extraordinario fotógrafo Carlos Cano, quien realiza una veta más de las artes plásticas con la minuciosidad de un figurativismo narrativo.


Cano detalla en los rostros de cada niño (nominándolos de la A a la Z) una infancia que se dirige a un futuro un tanto cuanto incierto. En su propuesta, animada por captar la subjetividad de la edad infantil, develamos los dejos de sucesos de ruptura entre un niño y su paraíso mágico, y en algunos de ellos la picardía de prolongarlos hasta caer como mayores, presos de sus encantos.
Los rostros de los niños en la pintura nos remontan a los clásicos (Velázquez, Murillo, Reynols,  Degás, Sorolla, Rivera, Kalho, Picasso, en su periodo azul, Leticia Tarragó en Veracruz, entre tantos) y desde luego a la literatura, donde han abrevado tantos artistas para comprender la niñez como  el principio  de los mejores personajes de ficción a la altura de los hombres. Cano retoma la vereda de los asombros y las sorpresas de los años iníciales para mostrarnos niños y niñas de varias etnias.
            Así, de varias formas, la composición visual de Carlos Cano avizora los paralelos del entramado infantil, tan sensible a lo subrepticio de la vida. Una vez más, la inquietud del realizador por atrapar imágenes queda supeditada a la suspicacia de sus receptores, otrora acostumbrados al purismo de sus símbolos fotográficos y hoy a la versatilidad de su inclinación a las telas y los pinceles, por medio del significativo e iluminado rostro de un niño.