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jueves, 10 de abril de 2014

EFRAÍN HUERTA, CENTENARIO

TEXTO INICIAL DE HOMENAJE, PUBLICADO AQUÍ EL 16 DE ENERO

El ruido que habrá este año por varios centenarios de nacimiento de escritores puede desviar nuestra atención de autores que son relevantes en la corriente de la literatura en español de la segunda mitad del siglo xx. Y hay libros que los lectores de hoy no recuerdan o no conocen. Proponemos la búsqueda, en bibliotecas o mercados de segunda mano, de libros que estuvieron al alcance de los lectores. Una primera edición vale hoy más que en el tiempo su publicación. Y sólo los coleccionistas saben su precio actual, sólo algunos lectores recuerdan lo que dijo Huerta en 1965. El dibujo de la portada es un autorretrato del poeta.


Aquellas conferencias, aquellas charlas
Instituto Cultural Hispano Mexicano, 1965.Prólogo de Mónica Mansour Textos de Humanidades 35Difusión cultural, UNAM, 1983, 113 págs.

TEXTOS PUBLICADOS EN ABRIL EN FACEBOOK: pcsur.veracruz

Absoluto amor es el título del primer libro de Efraín Huerta, de 1935, y es el poema que cierra el libro:

Como una limpia mañana de besos morenos / cuando las plumas de la aurora comenzaron / a marcar iniciales en el cielo. Como recta / caída y amanecer perfecto. // Amada inmensa / como un violeta de cobalto puro / y la palabra clara del deseo. // Gota de anís en el crepúsculo / te amo con aquella esperanza del suicida poeta / que se meció en el mar / con la más grande de las perezas románticas. // Te miro así / como mirarían las violetas una mañana / ahogada en un rocío de recuerdos. // Es la primera vez que un absoluto amor de oro / hace rumbo en mis venas. // Así lo creo te amo / y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.”

Con los poemas de ese libro, Efraín Huerta toma distancia de la poesía del pasado y abre nuestro tiempo actual.
Para 1944, Rafael Solana, nacido en la ciudad de Veracruz e inmigrante en la capital del país, escribió un prólogo, con recursos que haría suyos (manierismo crítico) el joven Octavio Paz. El libro se llamó Los hombres del alba, y fue el tercero de los poemarios de Huerta. Allí, Solana muestra su entusiasmo:

“… Efraín Huerta aparece como un altísimo poeta, de grandes vuelos, de vigorosa personalidad, de exquisita pureza, de novedad sorprendente. […] carece por completo del sentido del humor; es el más duro, el más inflexible, el más sin sonrisa de todos nuestros poetas […] Es el poeta sin sonrisa, el poeta despiadado, y, sin embargo, no es un poeta triste, ni un poeta amargo, ni un poeta de lo sucio y lo bajo…”

Hay que seguir poniendo fechas y edades. Rafael Solana nació en agosto de 1915, un año y días después de Huerta. Fundador de revistas e impulsor de las letras mexicanas, Solana publicó los tres primeros libros de Huerta. Agrego el fragmento de una nota de Claudio R. Delgado (Siempre!, 12 de agosto de 2011):

“De entre los miembros de Taller, esencialmente poetas y ensayistas, Rafael Solana fue el que dejó una abundante producción narrativa, y quien a fines de 1938 invitó a comer a Efraín Huerta, a Quintero Álvarez y a Octavio Paz, con el fin de comunicarles su decisión de transformar Taller poético [1936] en una ‘revista literaria más amplia en la que se publicasen también cuentos, ensayos, notas críticas (como se venía haciendo ya desde la anterior revista) y traducciones.”

La nueva revista se llamaría Taller [1938].
Hacia el final del prólogo anotado arriba, Solana escribió:

“Efraín Huerta es uno de los poetas más puros, más finos, más elevados, y de calidad más exquisita entre todos los mexicanos, y quedará clasificado como uno de los espíritus poéticos más delicados de nuestro tiempo.”

Entonces Huerta tenía 29 años y Solana 28.
Destaco entonces la intervención de la fortuna. Huerta nació en Guanajuato; Solana, en Veracruz. Coincidieron en la entonces pequeña ciudad de México. Ambos hicieron de su futuro un tiempo que les debe mucho. Uno fue poeta, y padre de poetas (David y Raquel); el otro fue un dramaturgo que deberíamos recordar.

MEMORIA, OLVIDO

Uno debe anotar todo lo que pueda de lo que vive, lo de adentro y lo de afuera. Quizás nada le sirva a otras personas, y qué tal que sí, porque quede allí algo que completa la vida de otra persona. Por lo pronto, Pablo Neruda y Efraín Huerta no ayudan. Y los historiadores, los que están ocupados en otros temas no cuentan, van publicando las investigaciones que les llevan años, becas y congresos, y los que faltan, que prefirieron estudiar profesiones bien remuneradas, quedan huecos inmensos.
En el capítulo siete del libro de memorias de Pablo Neruda, Confieso que he vivido, publicado pocos meses después de su muerte por Matilde Neruda y Miguel Otero Silva, quienes “cuidaron la ordenación definitiva del original” en 1974, titulado “México florido y espinudo”, el poeta escribe sobre los años 40: “Mi gobierno me mandaba a México”. Vino como cónsul. Copio unas cuantas líneas:
“La vida intelectual de México estaba dominada por la pintura.”
“El México de aquel tiempo era más pistolista que pistolero. Había un culto al revólver, un fetichismo de la ‘cuarenta y cinco’. Los pistolones salían a relucir constantemente.”
“La sal del mundo se había renido en México. Escritores exilados de todos los países habían acampado bajo la libertad mexicana, en tanto la guerra se prolongaba en Europa.”
[Aclara, página 223, el porqué de su apellido.]
“Llegaban a mi casa los españoles Wenceslao Roces […] y León Felipe, Juan Rejano, Moreno Villa […] Todo esto llenaba a México de un interés multinacional y a veces mi casa, vieja quinta del barrio de San Ángel, latía como si allí estuviera el corazón del mundo.”
“Terminé por fatigarme y un día cualquiera renuncié para siempre a mi puesto de cónsul general”
“Además me di cuenta de que el mundo mexicano, reprimido, violento y nacionalista, envuelto en su cortesía precolombiana, continuaría tal como era sin mi presencia ni mi testimonio. Cuando decidí regresar a mi país comprendía menos la vida mexicana que cuando llegué a México.
Las artes y las letras se producían en círculos rivales, pero hay de aquél que desde afuera tomara partido en pro o en contra de alguno o de algún grupo: unos y otros le caían encima.”
“Todo podía pasar, todo pasaba. El único diario de la oposición era subvencionado por el gobierno. Era la democracia más dictatorial que pueda concebirse.”
 [Páginas 213 – 231]
El género memorias, a juzgar por estos pasajes, requiere un esfuerzo que pocos están dispuestos a hacer, porque habría que anotar en un diario los pequeños sucesos de cada día, de donde saldrá el dato que ayudará al propio autor o a quienes quieran convertirlo en parte de libros muy necesarios.
En el libro de fotografías y papeles de Efraín Huerta hay un cartel de 1942 que invita a participar en un homenaje a los defensores de Stalingrado, un martes 29 de septiembre, organizado por varios sindicatos. A los oradores Roberto Ocampo González, Juan Manuel Elizondo, José Mancisidor, acompañarían dos poetas: Pablo Neruda y Efraín Huerta. Dato curioso, se pedían 50 centavos para entrar.
El cartel que acompaña la foto que reprodujimos aquí, ayer, dice “Homenaje al poeta Pablo Neruda de los artistas y escritores de México. Recital y protesta. Teatro del Sindicato Mexicano de Electricistas” Los nombres de los poetas que participarían son: Enrique González Martínez, Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia, Juan Rejano, Clemente López Trujillo y AlíChumacero. Los nombres que están bajo la palabra “Protesta” son: Alfonso Reyes, José Mancisidor, Andrés Henestrosa, Efraín Huerta, Roberto Gómez Araujo, José Revueltas. Abajo hay más de cien nombres de artistas y escritores que se adhieren al acto y la leyenda: “Se suplica asistencia puntual a causa de las limitaciones en el cupo del teatro”. También participarían Princesa Nicté-Ha y Pituka de Foronda. Fecha: jueves 12 a las 20:00 hrs. No dice mes ni año. Pero Mónica Mansur anotó la fecha: 1948.
En una nueva inserción recordaremos a Lázaro Cárdenas y a Heriberto Jara Corona, por lo que adelantamos las fotos, aquí arriba.

JAIME SABINES, EFRAÍN HUERTA
UN GRANDE CON UN GRANDE

“A mí me da mucho gusto participar en un homenaje público a Efraín Huerta. Hace mucho tiempo que mi amistad le rinde homenaje cotidianamente. El hecho de ser uno de los mejores poetas de México no ha sido obstáculo para que sea también un hombre generoso y limpio, de dulce corazón, dulcísimo. No quiero decir que Efraín esté emparentado con las melazas tradicionales. Afortunadamente es inteligente y tiene un gran sentido del humor. Creo que esto es lo que ha aportado a la poesía mexicana: inteligencia sensible y caliente, humor lleno de salud, además de ser un combatiente y de ponerse rabioso algunas veces, es sobre todo, a lo largo de sí mismo, un hombre ensimismado, abismado, abrumado. Es gentil en la ternura y elegante y discreto en la desesperación. Pocas veces he visto a un hombre tan bien educado, tan contenido, tan aboradado. Pone su altura al ras, su profundidad a flor, su extensión a la mano. Nunca lo he visto gimotear ni ofender, pero sí constantemente, apiadarse.
Ando desnudo de tanto dar el alma, y es frágil y es comestible como un buen trozo de pan. Todas las mujeres se enamorarían de Efraín si no fuese tan feo el pobrte. Le faltó un retrato que envejeciera y aun así… Pero los hombres, ninguno que lo conozca, puede evitar quererlo. Es una vacina, y al mismo tiempo, es una espada de cristal, una hoja de alegría punzocortante ya.
Los años felizmente no lo han llevado a la serenidad. La experiencia en él no es amargura. El conocimiento no es resignación. Sigue siendo tan joven, tan incipiente, tan principiante de todo, que uno piensa a veces que es su propio hijo., Que bueno que salga de sus mismos escombros como una rata voladora o un dios arrastrándose o un ave desplumada. Siempre he pensado en el ave fénix como en un pajarraco muy jodido y muy terco.

Ojalá que esta declaración de amor le sirva a nuestro Efraín como un buen trago. Un cosquilleo caliente en el estómago le quita a uno un buen rato el frío y la soledad."