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lunes, 17 de marzo de 2014

ROBERTO WILLIAMS POR ARMANDO ORTIZ





En este 2014 se cumplen 60 años del rescate del mito del Trueno Viejo. Roberto Williams en aquel entonces escuchó el relato de un anciano totonaco que vivía en una colina que miraba hacia la pirámide de los nichos en Tajín. El anciano le confió a Williams, un joven etnólogo, las palabras que sus ancestros le habían dado a custodiar. En su libro Mitos Tepehuas Roberto Williams lo transcribió de la siguiente manera:

“En la región del Tajín, los totonacos relatan la existencia de un ser sobrenatural, el trueno viejo, que permanece encadenado en el fondo del mar y cuyos roncos rugidos comienzan a escucharse desde el mes de junio, prolongándose hasta julio y agosto.
Tal personaje era un huérfano errante. Cierta ocasión sus ojos maravillados vieron un hacha que, por propio impulso cortaba leña y acto seguido se hizo un atado dentro del cual se metió dicha herramienta. El muchacho siguió al “tercio” que rodaba y así llegó a una casa que era la pirámide de los nichos, donde vivían los 12 viejitos que son los señores del trueno, ellos tomaron a su servicio al huérfano, Talinmaxka o Limaxka en idioma totonaco, recomendándole que siguiera las instrucciones.


Una vez, cuando los ancianos se preparaban para salir a sus labores, el huérfano miró como de un baúl sacaban su vestimenta para el viento, la lluvia y el trueno: Se calzaron botas y se terciaron espadas, con las cuales, respectivamente, producen los truenos al removerlas sobre las nubes y los relámpagos al desenvainarlas. Recomendaron al muchacho que no tocara nada.
Los truenos andaban haciendo lluvia y el recomendado abrió el baúl, cubriéndose con la mejor vestimenta: el vestido de huracán. Salió de la casa y en el acto promovió un terrible huracán que empezó a arrasarlo todo; los árboles se derrumbaban y las chozas se caían. Los truenos al darse cuenta de la situación, persiguieron al causante, echándole encima montañas de nubes para atraparlo, tomando mucho tiempo para lograrlo, porque el muchacho fácilmente se escabullía.
Fue llevado al fondo del mar, donde lo sujetaron y está sin poder moverse. Se dice que los ruidos se producen al preguntar cuándo es el día de su santo, pero los truenos le engañan diciéndole que es unos días antes o después de la fecha verdadera: el 24 de junio. Se abstienen de manifestarle el día porque de saberlo provocaría una tremenda inundación, que acabaría con el mundo”.

El relato fue publicado por primera vez en 1954 en la revista Tlatoani, editada por los alumnos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
Mucho le debe la zona del Tajín a Roberto Williams, porque Roberto vistió a la zona de esa mitología que hace falta para dejar de ver un lugar arqueológico como una simple zona de ruinas. Williams logró demostrarnos que en esos lugares estaba la historia de nuestros pueblos. El Tajín tiene sentido por el mito del Trueno Viejo que él rescatara.
A Roberto Williams lo conocí gracias a mi amigo Raúl Hernández Viveros. Ese día acudimos a casa de José Antonio Vicuña en Teocelo para celebrar que cien años atrás había estado el poeta Rubén Darío en esa misma casa, en una comida preparada en su honor. De ahí en adelante Roberto fue mi amigo y viajamos a muchos lugares donde disfruté de su conversación sabia y amena. Estuvimos en Landero y Coss visitando la tumba del primer emigrante, del primer hombre que se le ocurrió ir a buscar fortuna a los Estados Unidos, pero ya viejo regresó a reposar en la tierra de sus antepasados. Fuimos también a Quimixtlán a conocer a nuestros hermanos de agua. Fuimos a Coatzacoalcos con la poeta Esther Mandujano a conocer la constelación de Casiopea y estuvimos en el fin del milenio entregando una ofrenda floral a la laguna de Catemaco, por los muertos que las aguas habían arrebatado.
Había compartido muchas cosas con Roberto en nuestros viajes. La dinámica era especial, llevábamos libros y mientras uno manejaba el otro iba leyendo los relatos que explicaban la supremacía del norte sobre el sur. Leíamos también a Borges y algunos cuentos de Édgar Allan Poe.
Así se llegó la Primavera del Milenio que se celebró en el Tajín. En esa ocasión Roberto me invitó a ir con él. Yo pensé que ya conocía a Roberto Williams, pero para ese entonces yo todavía ignoraba muchas cosas de él.
Me llamaba mucho la atención las reverencias que le hacían a mi amigo a su paso por la zona arqueológica. No entendía, pensé que como ya era una persona de edad las merecía. Esa primera tarde en el Tajín una mujer italiana narraba al público el mito del Trueno Viejo. Roberto se quedó a escucharla con respeto. La mujer hablaba en su relato de siete ancianos. Esta diferencia llamó la atención de Roberto. Al terminar la mujer él se dirigió a ella y le preguntó dónde había escuchado esa versión, porque él conocía la de doce truenos. La mujer, arrogante y de manera despectiva le contestó como a un impertinente: “Lo que pasa es hay muchas versiones”.
Al día siguiente un vigilante no dejó que metiéramos el vochito blanco de Roberto al estacionamiento. Tuvimos que dejarlo en un lugar más lejos. A la entrada reparé en el mural que hiciera el maestro Teodoro Cano, donde con imágenes en bajo relieve relata el mito del Trueno Viejo. Junto a las imágenes está inscrito en piedra el mito y al final la firma de mi amigo: R. Williams.
“¿A poco tú lo hiciste?”, le pregunté a Roberto. Me dijo que sí y corrí a llamar al vigilante que no dejó meter el vochito de Roberto al estacionamiento. Henchido de orgullo le dije al policía: “Mire, mi amigo es quien rescató el mito del trueno viejo, y usted no nos dejaba entrar”.
Camino a la zona arqueológica me acordé de la italiana que lo había retado y entonces le reclamé: “¿Por qué no le dijiste a la extranjera esa que tú habías rescatado el mito original?”. Roberto siguió de largo y en el camino me dijo: “El mito no es mío, el mito es del pueblo”.
60 años del mito del Trueno Viejo y en 15 ediciones de la Cumbre Tajín no se han acordado de Roberto Williams. Yo ya le hubiera hecho un monumento, yo ya hubiera editado el mito y lo regalaría a la entrada a todos los visitantes del Tajín; yo ya hubiera puesto en escena, con luces, sonido y música totonaca el mito del Trueno Viejo, en representación teatral magnífica, todo en homenaje a Roberto Williams, en homenaje a nuestros antepasados.
Ya no podrán, ni el gobierno de Veracruz ni los organizadores de la Cumbre Tajín resarcir la omisión y la injusticia que cometieron contra Roberto Williams, porque Roberto, como su mito del Trueno Viejo, ya no pertenece a nadie en particular; Roberto, como el mito, ya pertenece al pueblo.


  


aortiz52@hotmail.com