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miércoles, 19 de febrero de 2014

CAJAS DE MARIANA VILCHIS TARRAGÓ

Espacios habitados

Maliyel Beverido

Ocupamos, recogemos, depositamos, preservamos, atesoramos. A los seres humanos nos gusta la memoria material. Diversos bagajes se posan en cajas, baúles y arcones. Esos objetos a veces llevan por fuera la marca de aquello que los llena, o bien distrae de su contenido algún ornato. 
Las cajas de Mariana Vilchis Tarragó son en sí mismas, en su hechura, contenedor y contenido. Son objetos de arte, muebles útiles que trascienden su utilidad porque en su factura está contemplada no solo una función sino una emoción y su expresión sensible. Son espacios habitados, colmados de sustancia y de esencia. 
De rigurosa y prolija construcción, cada caja alberga por dentro y por fuera un imaginario completo y complejo formado por apropiaciones y reinterpretaciones en armónica mixtura, con evidentes guiños a la plástica universal. La elección de materiales es tan meditada como la de las imágenes. La composición puede tender a una uniformidad estilística o a un contraste de elementos, pero siempre habrá coherencia para lograr un universo onírico donde prima la añoranza. 
Hacedora de habitaciones minúsculas, de navíos majestuosos, de escenarios inquietos y edificios lúdicos, a Mariana Vilchis Tarragó le cabe en la palma de la mano una ensoñación  exuberante que  desborda con pericia. Aquí el azar ha sido dominado.
Variados personajes rivalizan en sus paneles, rodeados de grecas y volutas, adornos detallados que enmarcan cada panorama con sofisticación. No es inusual encontrar allí los reconocibles rasgos Tarragó, pero no se detiene en la transcripción ni el homenaje, su producción es original y propia. Otras obras maestras del arte, figuras populares y efigies heterogéneas  encuentran cabida en la construcción de este lenguaje nuevo.
Los espacios habitados de Mariana Vilchis Tarragó invitan a crear y creer,  susurran contraseñas,  cuentan historias. Descifrarlas requiere de atención y lleva tiempo, pero qué placer al observarlas y descubrir sus varias caras, qué placer abrirlas y habitarlas.

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