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jueves, 22 de diciembre de 2011

ANIVERSARIO DE MANUEL GUTIÉRREZ NÁJERA, 22 DE DICIEMBRE DE 1859

LABORIOSO PERIODISTA

Luis G. Urbina refiere que Gutiérrez Nájera era madrugador. (¿No confirma esta revelación el hecho de que anticipó la alborada en nuestras letras?) Llegaba a la redacción muy de mañana –los periódicos salían al atardecer–, y alegre, tarareando un trozo de música, pasaba la vista por artículos, obras y programas de espectáculos, en los que hallaría el tema de su crónica.
                Escribía, ajeno al barullo de las discusiones; llenaba cuartillas y cuartillas, aparentemente absorto en sus pensamientos; pero de cuando en cuando, siempre con oportunidad, brotaba de su boca, entre el humo del habano inseparable, el comentario sagaz, la frase breve –réplica de esgrimista–; y continuaba escribiendo.
                Al salir los primeros ejemplares del periódico, todavía sin doblar, húmeda la tinta, sus compañeros leían de preferencia el artículo de “El Duque Job”, y se maravillaban ante la elegancia de las frases, que había escrito esa misma mañana, con la sencillez de quien deja caer, al descuido –piedras preciosas–, los vocablos.

EL TESTIMONIO DE GAMBOA

El mismo Urbina habló del placer que producía ir con “El Duque Job”, en la noche, por calles tranquilas, oyéndole hablar de cosas gratas.
                Federico Gamboa –que lo vio por primera vez mientras aplaudía a una cantante de ópera, enguantadas las manos–, ha referido cómo iniciaron su trato, en La Libertad, donde Gutiérrez Nájera corregía las pruebas de su artículo, sin separar el habano de los labios, mientras afuera esperaba un coche alquilado horas antes. “El Duque” decía:
                –Cuando no tengo dinero, busco un coche y en seguida lo encuentro.
                Al regresar Gamboa de la América del Sur, Gutiérrez Nájera le pidió noticias pormenorizadas sobre la literatura de aquella región que le atraía particularmente y acerca de la cual procuraba hallarse muy bien enterado.
                Cuando supo de la fundación y prosperidad del Ateneo platense, de la inauguración de su edificio con salón de pintura y escultura, del funcionamiento simultáneo de nueve teatros de primer orden, repuso:
                –Viene usted impregnado de pampero, y una cosa así necesitamos por acá: un viento bueno y fuerte que nos saque la anemia.
                Al enumerar sus proyectos –entre ellos, la publicación de un libro en prosa, preparado y prometido siempre–, decía:
                Si yo pudiera hacer días de veintiocho horas siquiera, antes de seis meses publicaba un tomo.
Francisco Monterde, Cultura mexicana. Aspectos literarios. Editora Intercontinental, México, 1946.

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