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martes, 29 de noviembre de 2011

GEORGE HARRISON

Lo que se puede agregar al diluvio de notas periodísticas sobre el décimo aniversario de la muerte del beatle Harrison son testimonios personales: pararse en una calle donde haya mucha gente y preguntar: ¿oyó a Harrison en los sesenta, en los setenta...? Nada quedará por decir. Desde el primer disco l.p. de The Beatles que circuló fuera de Inglaterra. Y falta la historia empresarial, que yo sepa: la construcción de los mitos en la era que vivimos empieza por reservar los secretos industriales y comerciales. Los periodistas dan la cifra final, quién compró en cuanto los derechos de tal o cual. Sabemos del lanzamiento del producto, un gerente conocedor del mecado. Visitamos La Caverna, en Liverpool. Ya no existía. Era un estacionamiento en los años setenta. Había una placa, barata.
     Un día serán subastados los contratos, las fichas de depósito bancarias, aburridas las gentes de guardar fotos y autógrafos. La Ola Inglesa inundó el mundo. Del radio saltó a las recámaras de los adolescentes. Creo que en las anécdotas parecidas, repetidas, hay algo que destacar, en honor de Harrison y sus amigos beatles: supieron llenar el vacío cultural que lamentablemente sigue presente.
     Las multitudes que en Medio Oriente asaltaron la embajada de Gran Bretaña no pensaban en The Beatles ni en George Harrison. El Primer Ministro tampoco piensa en lo que es importante. La economía domina la vida de todos. La economía tiene huecos. Por ejemplo, Bruce Springsteen va a cantar en Barcelona. Y gente de todas las edades canta en la calle, mientras hace fila para comprar un boleto.

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