"... tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero."
Miguel Hernández
La luz de un sol estival
iluminó tu última siesta
y el viento en los cañaverales lejanos
odió al río apasionado
que de tu alma se enamoró.
Como entre peñascos rotos
mi corazón, hermano,
quedó sin tu ternura viva
sin tu sonrisa, sin tu alegría.
Recuerdos remotos mi alma atormentan
y en un mar de lamentos,
de angustiosa soledad me convierto.
No creo en tu partida
no creo en tu corazón sin latidos
ni en las siete generaciones
de famélicos gusanos que te esperan.
Cierro los ojos para verte
destilando luz aquella tarde
perfumado de azahares.
La calidez de tu mano en la mía,
amigo, aún puedo sentirla.
¿Adónde te has ido?
Debería dolerte tu partida.
Deberías volver a mi vida.
¡Cuánto te necesito todavía!
Amigo, hermano mío
voy al pasado
donde tu voz saltarina
me acariciaba y protegía
y juntos soñábamos
que la vida era hacia adelante
el camino que juntos andaríamos.
¿Adónde te has ido?
¡Cuánto te extraño!
¿No me ves llorar, gemir y sangrar?
No sé si volverás un día
o si yo te iré a buscar.
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