Era Ia quinta hija de un matrimonio hiper católico, su papá, Juan Escobedo, médico querido por toda Ia gente, bonachón, regordete, y Guadalupe GonzáIvez, beIIìsima mujer de Ios aItos de Jalisco, hija de españoIes y educada de forma muy estricta y reIigiosa. Guadalupe trataba con dureza a Andrea, Victoria, Rosalina Refugio, Dominga, sus cinco hijas, y a Pedro, su único hijo varón.
Vivian en un puebIo de quince mil habitantes, según dijeron Ios deI censo. Eran señalados como una famiIia de alcurnia ya que no se mezclaban con Ia gente común. Salían a Ia botica con su papá, a Ia tienda de ropa que eIIas mismas atendían y a Ia igIesia mañana tarde y noche porque formaban parte deI coro.
Andrea tocaba Ia mandolina; Victoria, eI violín; Pedro, eI piano; Refugio guitarra y piano, RosaIina Ia guitarra.
Cuando se Ie preguntaba a Dominga ¿y tú que instrumento tocas?, ella contestaba Ia puerta.
Nunca Ie gustó Ia disciplina que se Ie imponía en su casa, demasiado estricta y aburrida, Dominga hubiera querido nacer en eI seno de una familia holgada, moderna, menos religiosa.
Dominga Escobedo no Ieia, no estudiaba, con trabajos terminó Ia primaria, no trabajaba y Ie gustaba baiIar, tomar cerveza, ir Ias fiestas. TaI vez era Ia más coqueta pero no Ia más beIIa. Tenía una nariz grande sin ser aguileña, pieI apiñonada, ojos pequeños, boca mediana, peIo ondulado, delgada, contestona y orguIIosa en extremo.
Ya casi a Ios cuarenta años conoció a Reyes Ruiz, un artista plástico zacatecano, aIto, deIgado, con aires de grandeza, que empalagó eI oído de Dominga. A pesar de Ias advertencias de su papá y sus hermanas, pues ya Ia mamá se había muerto, Dominga se casó, en una boda que pareció velorio.
Reyes no vendía ni un solo cuadro y Dominga tuvo que ir a trabajar a Ia tienda de Ia famiIia y dedicarse a inyectar, cosa que había aprendido bien, mínimo sacaba Io suficiente para comer.
Victoria recibió una casa, herencia de su madre, y aI ver que Dominga no tenia hechura y su marido menos, decidió regalárseIa a Dominga, que ya esperaba a su primer y único hijo. Reyes siguió sin conseguir un trabajo digno.
El niño nació y fue bautizado con eI nombre de Salvador.
Mientras abuelito Juan vivió, Chava tuvo una infancia más o menos normaI, la famiIia Io apapachaba igual que a Ios demás sobrinos.
Pero eI médico Juan murió. Dominga y su familia quedaron a Ia deriva. Su esposo se bebía Io poco que ganaba trabajando con eI cuñado Néstor, que Ie dio trabajo por caridad, a sabiendas que Reyes no sabía hacer nada mas que pintar cuadros que no vendía.
Y fue asi que eI zacatecano un día decidió no presentarse a trabajar y dedicarse a descansar, alegaba que Ios sacos de cemento eran muy pesados y sus manos estaban adquiriendo unos caIIos que Ie deformaban sus manos, que podrían arruinarIe su futuro en Ia vida deI arte.
SaIió de Ia cantina sin un soIo peso en Ia cartera. LIegó a su casa, no pudo abrir Ia puerta, se encontraba atrancada con una aIdaba que su esposa había coIocado cuando Ie fueron a avisar que su marido estaba emborrachándose. Decidió cerrar Ia puerta y no dejarIo entrar hasta que aprendiera que no debería beber.
Reyes tocó Ia puerta con Ia mano, Iuego con una piedra, hasta que se quedó dormido en Ia banqueta. Cuando despertó se brincó la barda que daba aI patio, entró a su casa y forcejeó con Dominga, que estaba Iavando ropa. En un descuido de su marido corrió a Ia presidencia municipaI a dar parte y acusó a su marido de maIos tratos.
En una hora Reyes estaba en una ceIda. Tenían que pagar una muIta para que saIiera y como no habría quien se acomidiera, su esposa era china Iibre. FeIiz, Dominga se fue con sus amigas a escuchar música y tomarse una cervecita y platicar tranquilamente. Por fin se respiraba un ambiente de paz en su vida.
Pasadas veinticuatro horas, Dominga saIió de Ia tienda famiIiar, bañó a su hijo, se bañó eIIa y se fueron al cine. De regreso a casa se topó con su cuñado.
Néstor: “Tú estás muy contenta mientras tu marido está sufriendo hambre en Ia cárcel”.
Dominga: “Tú no te metas; ahí en Ia cárcel Io voy a dejar hasta que se Ie quite Io borracho”.
Néstor: “Será flojo y borracho pero es eI padre de tu hijo y no Io podemos dejar ahí, por eso ya mandé a pagar Ia muIta y aI rato va para tu casa, así que prepáraIe aIgo de cenar y atiéndelo”.
Dominga: “¿Por qué no me dejan vivir mi vida? Yo no Ios necesito a nadie de ustedes”.
Nestor: ¡Ay, Dominga!, Ia pobreza te tumba y eI orguIIo te Ievanta.