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domingo, 6 de noviembre de 2011

LA AVENIDA DÍAZ MIRÓN, NEGOCIO

Arrasar salvajemente los árboles del camellón de la avenida Díaz Mirón es la solución "a modo" de gobernantes que cedieron al crecimiento y bienestar de los transportistas, y ocultan que sus empleados han sido incapaces de buscar soluciones al tránsito de vehículos, cuando miles de gentes hace años que no van al centro histórico porque se dirigen al sur, a Mocambo y Américas, o al norte, al Coyol, a Río Medio. Y lo que siga.
     ¿Recuerdan el terreno donde los deportistas jugaban beisbol, en avenida Cuauhtémoc? ¿Qué gobernante pensó en un mega centro comercial, en un supermercado que requería muchos metros de terreno para que los clientes dejaran sus coches?
     Lo peor es no ver que los gobernantes se dejan llevar por la inercia de los negocios de pocos particulares, sino ignorar qué van a hacer con la madera de los árboles que han quitado del paso, para regocijo de los vendedores de automóviles, y al diablo la contaminación, sus niveles todavía son aceptables. ¿Están siendo capaces de arrojarlos al basurero? ¡No! Debe haber uno o más compradores que se la llevan, ¿a dónde? ¿En que maderería veremos los viejos árboles sin reconocerlos?
     Y sí, las ciudades crecen a la deriva, como si no hubiera gobernantes. Sólo hay ejecutores de las ideas de otros, gente en las sombras, para decirlo con una frase de relato de suspenso.
     ¿Saben los ciudadanos a qué urbanistas consultaron los empleados de gobierno? ¿Cuánto pagaron?
     ¿Recuerdan el intento de volver estacionamiento el parque Zamora? ¡Cuidado! No se ha olvidado ese proyecto del alcalde que hizo el deforme puente de la calle Jiménez.
     Además, ahora quedará al descubierto la fealdad de las construcciones y comercios a ambos lados de la avenida Díaz Mirón, allí, precisamente de donde parte para perderse al sur, en La Boticaria.
     Y todavía no sabemos dónde está el bajorrelieve que estaba en la base del monumento a Díaz Mirón, que el médico del gobierno anterior recortó y reubicó, ¡al orgulloso Díaz Mirón, nada más!, en honor de los vendedores de automóviles, que hízo cómplices a los compradores de automóviles.

                                                                                                          (Sigue abajo.)

HACEN FALTA FUNDADORES DE CIUDADES

Las ciudades son transformadas al azar y los gobernantes son los últimos en enterarse. Los empleados de gobierno autorizan proyectos que les son ajenos, porque las leyes no les obligan a tener ideas, o porque tienen jefes que ya acordaron una gran idea.
     ¿A quién se le ocurrió construir Plaza Mocambo y Plaza Américas, Plaza Cristal (para no hablar del Floresta)? ¿Quiénes compraron terrenos para hacer casas rápida y alegremente, sin preocuparse por el transporte que usarían los "colonos" para llegar? Ejemplo: las casas en la carretera a Cardel, que ya llegaban a cuatro kilómetros de lo que parecían los límites de la ciudad; pues ya hay nuevas casas a seis kilómetros: solas en el monte.
     Entonces aparecen los transportistas: taxis, colectivos, carros, trazan nuevos destinos, ubican lugares para subir y bajar personas. Y los sucesivos gobernantes siguen expidiendo autorizaciones:
¿por qué no propusieron una nueva ciudad ( una Ciudad Satélite, como en el D.F.)?
     El centro de la ciudad de Veracruz es un desastre, hace años que debió planearse su modificación, elevarla al rango de pieza de museo, a recorrido turístico. Pero no. Es  una zona sagrada para oficinistas, empleados que ignoran todo y el desarrollo de lugares como Arco Sur, el naciente centro de oficinas públicas de Xalapa, a cuatro (?) kilómetros del centro histórico. Así evitaron el deambular de las personas que tienen asuntos que atender en el IPE, en el SAT...
     Fue una gran aventura fundar pueblos en los primeros años después del desembarco de curiosos navegantes. Ha sido un orgullo verlos convertirse en ciudades, levantar murallas para defenderse (Campeche, Cartagena de Indias...). Nadie se asustó en la creciente ciudad de Veracruz cuando los antiguos colonos rebasaron la muralla y contruyeron casas en "fraccionamientos", como Faros, hubo felicidad con las obras porfiristas que le robaron espacio al mar. Un día, Santiago, el baluarte, amaneció solo, y fue convertido en museo. Y otro día, lo que fue un convento enorme amaneció como incómoda sede de oficinas de cultura y hace poco los gobernantes sembraron "parquímetros", alcancías para obtener monedas como las que piden limosna en las iglesias, y pusieron letreros para que el cada vez mayor número de vehículos no se estacionen allí (hoy lo hacen en las calles cercanas, gratis, antes desocupadas para gloria de los vecinos).