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lunes, 29 de septiembre de 2014

UN LIBRO DOLOROSO Y ÚTIL


Fue aquella una tibia tarde veraniega… propia de un verano que en breve daría paso a un otoño de tonos dorados y ocres, con sabor a buñuelos y a calabaza con panela y miel. Ahí, cerca del mar, en la Casita Blanca, hoy Museo de Agustín Lara, presentamos una vez más el libro “El vuelo silencioso, cartas para mi hijo médico”, cuyo producto obtenido de la venta será para las muchas necesidades de los pequeños con cáncer. Quizá sólo valoramos esta terrible enfermedad cuando toca a uno de los nuestros, ya sea que se convierta en su víctima, o ya en el médico que lucha por rescatar a los pequeños de las garras de la enfermedad, lo cual, al correr del tiempo, va mermando lentamente su salud física y mental.
Invité como maestro de ceremonias a Juan Carlos Ocampo y como presentadores del libro a dos escritores, ambos excelentes amigos: Daniel Domínguez Cuenca y Jaime Velázquez.
         Daniel habló de la vida. Y de ella dijo: «Existir es una maravilla que sorprende cada día. Cuando dejamos de sentir tal maravilla, la vida pierde brillo y color. Hace unos días tuve la fortuna de participar en una mesa de estudiosos y practicantes de las artes escénicas. Todos coincidían en algo, la vida es un festín, la vida es una celebración. La rutina empaña esa fiesta, la vuelve insulsa o gris. La muerte enluta esa fiesta, la vuelve negra.
Yo soy una persona que le canta a la vida. Todas las mañanas agradezco a los elementos que con sabiduría cósmica nos hacen placentero el despertar. Disfruto y venero al señor sol y a la señora luna. Respeto al Dios del viento, admiro su canto. Le rindo tributo a la Diosa Lluvia y a todas las entidades fluidas, a sus mares y a sus ríos. A la luz, al aire, al fuego a la madre tierra. Fertilidades planetarias. Yo le canto a la vida cada día con su cada noche, la celebro con íntima alegría. Este cuerpo que me contiene y expande irradia vida, goza de salud. Por eso no me gusta cantar a la muerte, porque bien sé que desde un inicio vivir es una batalla que se libra cada día contra la inevitable parca. Somos humanos porque podemos dejar de ser. La finitud nos define. Mas, por otro lado, ella no es mala, tan sólo es ella, tan sólo es muerte. Tan natural, tan necesaria y tan temida, porque nos aparta de la corriente energética, porque se come la vida, porque cesa el  existir.
Yo no sé si quería leer este libro. Confieso que me daba miedo, el mismo miedo que siento a veces cuando creo enfermar. Le temo a la muerte prematura, a la muerte chiquita, la que mutila a destiempo el ciclo entero de vida. Sufro con el dolor ajeno. Sufro con el llanto de otros. Porque soy humanamente empático, y si la risa contagia, si la esperanza se pega, también el mal de otros es mío. Sin embargo, este “Vuelo silencioso” no es un libro triste, sino un testimonio múltiple de lucha, es un canto de batalla, la que libramos todos los días los que celebramos la vida.
Este libro no es un libro de autor, es un canto colectivo, una suma de voces. La escritora es un medio, un canal, por el que fluyen y se plasman otras voces, de todos tamaños y tiempos, grandes, pequeñas y ancestrales; hablan los padres fundadores de la medicina, hablan los padres y las madres de los niñas y niños enfermos, hablan a través de los familiares y amigos los pequeños gigantes que se vuelven maestros, los menudos sabios curtidos en la batalla decisiva, los que miran de frente la muerte sin titubeo, sin desviar la mirada, los que asumen a cabalidad la inminente finitud del ciclo. Hablan los otros, artistas adultos de la palabra que se despiden de su público, con distintas experiencias de batalla, con diversos pronósticos de término y maneras varias de ensayar la despedida. Hablan todos, escriben cartas que son testimonios de vida, porque vivir es viajar, y este viaje no se hace en solitario, siempre están con uno los otros, los que acompañan. Por eso tenía miedo de leer este libro, porque tenía miedo de sufrir mucho con su lectura. Diría más, este libro no es un libro, es una suma de voluntades. Es un símbolo que recupera la mejor cara de la generosidad humana, el juego virtuoso en el que todos ponen por el bien del otro. No es un libro, es un signo de solidaridad, una manera gloriosa de obsequiarse todos los que testimonian, del editor y de la editorial, de los que se salvaron y de sus salvadores, y de los que se fueron luchando, librando la batalla, cantando hasta el final la hermosa vida.
Dar es dar. Yo no sé nada de esta misteriosa enfermedad. Un médico verdadero es un humanista. Un amigo es un amigo, alguien que junto con nosotros acompaña el viaje, ya sea silencioso, o bien, sea jubiloso.»  Daniel Domínguez Cuenca.
A continuación Jaime Velázquez dijo: «La alegre juventud se vuelve madurez y trabajo en los estudiantes de Medicina antes que en los demás universitarios. Y no hay por qué creer que se vuelven vanidosos, es posible que ellos avancen por la vida como si todo el mundo estuviera pasando por lo mismo, como si fuera lo mismo levantar un rascacielos que salvar una vida. Sin afán de establecer una competencia vana, cuando una construcción colapsa, lo que se necesita es el auxilio médico. La vida humana actual empieza en un quirófano y el último testigo del final de esa vida es un médico, el que firma el acta de defunción. Además, el colmo, uno quisiera no tener que ver a los médicos sino en reuniones amistosas, todos plenos de salud. Ajeno al mundo médico, lo considero un perfecto territorio donde no existen las constantes y terribles fallas que hacemos a cada paso.
Hija de médico, esposa de médico, madre de médico, Alicia Dorantes encontró una alegría de vivir dentro de la seriedad de su profesión, la escritura. Su padre, el doctor Miguel Dorantes Mesa, fundador de un centro médico para el tratamiento de la tuberculosis en Xalapa, también fue escritor. Dejó un pequeño libro de reflexiones en las que unió lo filosófico con lo científico para encontrar, diría yo, el cordón umbilical que une el universo con las personas. Algo inmenso que se alcanza con la curación de cada paciente.
Alicia viene escribiendo artículos periodísticos desde hace más de quince años, escribió también un libro “Estanzuela, 1964: Memorias de un servicio social”, donde narra sus vivencias al cumplir su servicio social lejos de toda infraestructura clínica. Es decir, la ambulancia son las piernas de la doctora atravesando cañaverales y montes para llevar auxilio a gente que parecía condenada a morir en sitios sólo cercanos a quienes allí viven y que, a veces, se enferman. Son tan diversos los destinos que siguen los egresados de Medicina, que quizás pocos profesores se aventuren a hablar en la cátedra de experiencias que no sean los personales logros por la salud de sus pacientes. Ese libro de Alicia Dorantes representa muy bien una época, los años en que ella cambió su alegre juventud por la responsabilidad de estar allí, sola, de ser la médico en muchos kilómetros a la redonda, de seguir madurando y trabajando con todo lo aprendido en sus años de estudiante en la Universidad Veracruzana, con todo lo que se ha conocido frente a sus pacientes.
Quiero agregar algo que puede aclarar mi presencia aquí, frente a este otro libro: es de utilidad indudable para todo tipo de lectores. El libro puede y debe leerse…»
Aquí me atrevo a decir… debe comprarse y leerse, pensando en la muchas carencias que esos pequeños tienen y que el dinero poco o mucho recabado con dicha venta será exclusivamente para paliar las muchas necesidades que esos niños tienen.
En lo personal agradezco a Daniel Domínguez Cuenca, a Jaime Velázquez, a Mariana Latapí y al grupo de AMANC (Asociación Mexicana para Ayuda de los Niños con Cáncer). Muchas gracias a la Lic. Ana Lilia Saldaña y al personal que labora en el Museo de Agustín Lara, a los medios de comunicación que nos ayudaron con su difusión, pero sobre todo gracias, muchas gracias a las personas que nos acompañaron y adquirieron el libro, que seguirá a la venta en el Museo Agustín Lara, en el Albergue de Amanc, y en la Librería Acuario… si usted que hoy me lee, lo adquiere, hágalo pensando en los pequeños, pero valerosos pacientes y en sus mil necesidades a cubrir: ya que todo lo que de él se obtenga, será para ellos. Muchas gracias.
Alicia Dorantes
El rincón de la abuela, Periódico Imagen de Veracruz, 26 de septiembre.