En este 2014 se cumplen 60 años del rescate
del mito del Trueno Viejo. Roberto Williams en aquel entonces escuchó el relato
de un anciano totonaco que vivía en una colina que miraba hacia la pirámide de
los nichos en Tajín. El anciano le confió a Williams, un joven etnólogo, las
palabras que sus ancestros le habían dado a custodiar. En su libro Mitos
Tepehuas Roberto Williams lo transcribió de la siguiente manera:
“En la región del Tajín, los totonacos relatan
la existencia de un ser sobrenatural, el trueno viejo, que permanece encadenado
en el fondo del mar y cuyos roncos rugidos comienzan a escucharse desde el mes
de junio, prolongándose hasta julio y agosto.
Tal personaje era un huérfano errante. Cierta
ocasión sus ojos maravillados vieron un hacha que, por propio impulso cortaba
leña y acto seguido se hizo un atado dentro del cual se metió dicha
herramienta. El muchacho siguió al “tercio” que rodaba y así llegó a una casa
que era la pirámide de los nichos, donde vivían los 12 viejitos que son los
señores del trueno, ellos tomaron a su servicio al huérfano, Talinmaxka o
Limaxka en idioma totonaco, recomendándole que siguiera las instrucciones.
Una vez, cuando los ancianos se preparaban
para salir a sus labores, el huérfano miró como de un baúl sacaban su vestimenta
para el viento, la lluvia y el trueno: Se calzaron botas y se terciaron
espadas, con las cuales, respectivamente, producen los truenos al removerlas
sobre las nubes y los relámpagos al desenvainarlas. Recomendaron al muchacho
que no tocara nada.
Los truenos andaban haciendo lluvia y el
recomendado abrió el baúl, cubriéndose con la mejor vestimenta: el vestido de
huracán. Salió de la casa y en el acto promovió un terrible huracán que empezó
a arrasarlo todo; los árboles se derrumbaban y las chozas se caían. Los truenos
al darse cuenta de la situación, persiguieron al causante, echándole encima
montañas de nubes para atraparlo, tomando mucho tiempo para lograrlo, porque el
muchacho fácilmente se escabullía.
Fue llevado al fondo del mar, donde lo sujetaron
y está sin poder moverse. Se dice que los ruidos se producen al preguntar
cuándo es el día de su santo, pero los truenos le engañan diciéndole que es
unos días antes o después de la fecha verdadera: el 24 de junio. Se abstienen
de manifestarle el día porque de saberlo provocaría una tremenda inundación,
que acabaría con el mundo”.
El relato fue publicado por primera vez en
1954 en la revista Tlatoani, editada por los alumnos de la Escuela
Nacional de Antropología e Historia.
Mucho le debe la zona del Tajín a Roberto
Williams, porque Roberto vistió a la zona de esa mitología que hace falta para
dejar de ver un lugar arqueológico como una simple zona de ruinas. Williams
logró demostrarnos que en esos lugares estaba la historia de nuestros pueblos.
El Tajín tiene sentido por el mito del Trueno Viejo que él rescatara.
A Roberto Williams lo conocí gracias a mi
amigo Raúl Hernández Viveros. Ese día acudimos a casa de José Antonio Vicuña en
Teocelo para celebrar que cien años atrás había estado el poeta Rubén Darío en
esa misma casa, en una comida preparada en su honor. De ahí en adelante Roberto
fue mi amigo y viajamos a muchos lugares donde disfruté de su conversación
sabia y amena. Estuvimos en Landero y Coss visitando la tumba del primer
emigrante, del primer hombre que se le ocurrió ir a buscar fortuna a los
Estados Unidos, pero ya viejo regresó a reposar en la tierra de sus
antepasados. Fuimos también a Quimixtlán a conocer a nuestros hermanos de agua.
Fuimos a Coatzacoalcos con la poeta Esther Mandujano a conocer la constelación
de Casiopea y estuvimos en el fin del milenio entregando una ofrenda floral a
la laguna de Catemaco, por los muertos que las aguas habían arrebatado.
Había compartido muchas cosas con Roberto en
nuestros viajes. La dinámica era especial, llevábamos libros y mientras uno
manejaba el otro iba leyendo los relatos que explicaban la supremacía del norte
sobre el sur. Leíamos también a Borges y algunos cuentos de Édgar Allan Poe.
Así se llegó la Primavera del Milenio que se
celebró en el Tajín. En esa ocasión Roberto me invitó a ir con él. Yo pensé que
ya conocía a Roberto Williams, pero para ese entonces yo todavía ignoraba
muchas cosas de él.
Me llamaba mucho la atención las reverencias
que le hacían a mi amigo a su paso por la zona arqueológica. No entendía, pensé
que como ya era una persona de edad las merecía. Esa primera tarde en el Tajín
una mujer italiana narraba al público el mito del Trueno Viejo. Roberto se
quedó a escucharla con respeto. La mujer hablaba en su relato de siete
ancianos. Esta diferencia llamó la atención de Roberto. Al terminar la mujer él
se dirigió a ella y le preguntó dónde había escuchado esa versión, porque él
conocía la de doce truenos. La mujer, arrogante y de manera despectiva le
contestó como a un impertinente: “Lo que pasa es hay muchas versiones”.
Al día siguiente un vigilante no dejó que
metiéramos el vochito blanco de Roberto al estacionamiento. Tuvimos que dejarlo
en un lugar más lejos. A la entrada reparé en el mural que hiciera el maestro
Teodoro Cano, donde con imágenes en bajo relieve relata el mito del Trueno
Viejo. Junto a las imágenes está inscrito en piedra el mito y al final la firma
de mi amigo: R. Williams.
“¿A poco tú lo hiciste?”, le pregunté a
Roberto. Me dijo que sí y corrí a llamar al vigilante que no dejó meter el
vochito de Roberto al estacionamiento. Henchido de orgullo le dije al policía:
“Mire, mi amigo es quien rescató el mito del trueno viejo, y usted no nos
dejaba entrar”.
Camino a la zona arqueológica me acordé de la
italiana que lo había retado y entonces le reclamé: “¿Por qué no le dijiste a
la extranjera esa que tú habías rescatado el mito original?”. Roberto siguió de
largo y en el camino me dijo: “El mito no es mío, el mito es del pueblo”.
60 años del mito del Trueno Viejo y en 15
ediciones de la Cumbre Tajín no se han acordado de Roberto Williams. Yo ya le
hubiera hecho un monumento, yo ya hubiera editado el mito y lo regalaría a la
entrada a todos los visitantes del Tajín; yo ya hubiera puesto en escena, con
luces, sonido y música totonaca el mito del Trueno Viejo, en representación
teatral magnífica, todo en homenaje a Roberto Williams, en homenaje a nuestros
antepasados.
Ya no podrán, ni el gobierno de Veracruz ni
los organizadores de la Cumbre Tajín resarcir la omisión y la injusticia que
cometieron contra Roberto Williams, porque Roberto, como su mito del Trueno
Viejo, ya no pertenece a nadie en particular; Roberto, como el mito, ya
pertenece al pueblo.
aortiz52@hotmail.com