La época de las antologías literarias es parte de la prehistoria. Fue útil, como catálogo que un lector de gusto demostrado ponía en el mercado para orientar, muestra de lo que hay, disperso, de difícil acceso. Las antologías se volvieron comprobantes para los autores, los primeros en enterarse que habían sido seleccionados para tal muestrario, efímero, incompleto.
Una prueba de lo que afirmo es Casa de luciérnagas, publicada por Bruguera en 2007. Mario Campaña dice en este libro que leyó a “medio millar de autoras de todos los países de Hispanoamérica nacidas alrededor de 1945” y presenta en más de cuatrocientas páginas a treinta y cuatro poetas de once países.
Silencio de admiración, seguido de aplausos.
Una antología que incluyera más países, que abarcara más años, que no se orientara por la fama de quienes viven en grandes ciudades, ¿cuántos volúmenes requeriría? Demos un paso atrás. A fines del siglo XX las antologías dejaron de ser una aportación seria. Quizás la última fue la de Juan Gustavo Cobo Borda. No conozco la que menciona Mario Campaña: Trilogía de las mujeres en Hispanoamérica (pícaras, místicas y rebeldes), de Maricruz Patiño, Leticia Luna y Aurora Saavedra.* O quizás nunca fue buena idea lo de elegir unos cuantos poemas, supuestamente los mejores, y unos cuantos poetas, quizás los mejores.
Si 34 autoras ocuparon 450 páginas, 340 ocuparían 4 mil 500. Campaña dice que localizó a 500, incluirlas rebasaría las cinco mil páginas, ¿cuántos volúmenes? No sería manejable en el comercio. Aquí vemos una certeza: no hay lectores para quinientas obras, si reducimos las aportaciones a un libro por persona, que pueden ser dos, o tres; mil, mil quinientas obras. Sólo mujeres, un perido limitrado.
Los académicos tienen trabajo asegurado por muchos años (y los críticos, los periodistas).
Sin pensarlo mucho, la demografía sugiere un concurso sin convocatoria abierta: ¿quién es la campeona de cada país? Y claro que no se trata de alentar una desbandada. ¿Y si invitamos a poetas hombres?
Gabriel Zaid evitó el abismo y fue el primero en no eliminar sino incluir en el libro Asamblea de poetas jóvenes de México (los nacidos en los años 50), y le faltaron muchos poetas que viven fuera de la capital de México, o que no han publicado en revistas y periódicos de México.
Adán Echeverría y Armando Pacheco cubrieron ese hueco desde Yucatán, con límites, como la edad. Una vez más, la fecha de nacimiento es el mejor boleto para ingresar y hacen posible la localización.
Mario Campaña aportó algo, que sugiere otras soluciones. (La más viable es acogerse a Internet.)
Los datos, una vez colocadas por año de nacimiento, son los siguientes. El libro incluye a catorce poetas nacidos en los años 40; 21 en los 50; 31 en los 60; 42 en los 70; 39 en los ochenta.
En el año 1985 nacieron nueve mujeres que serían poetas. El año 1957 fue el punto más alto, con el nacimiento de cinco mujeres que serían poetas. El recorrido va de 1941 (setenta años de edad en 2011) a 1992 (diecinueve años en 2011). Inclusiones por países: Argentina 5, Bolivia 1, Chile 4, Colombia 2, Cuba 3, Ecuador 2, Guatemala 1, México 7, Perú 2, Uruguay 4, Venezuela 3. (Campaña menciona a cinco poetas mexicanas que no incluyó.)
Podemos concluir que las antologías fueron novedad a fines del siglo XIX, como la de José María Vigil de mujeres poetas en México; en el siglo XX hubo propuestas célebres, desde la de Jorge Cuesta hasta las de José Emilio Pacheco (poetas del siglo XIX) y Carlos Monsiváis (siglo XX), que reciclaron con prisas años después, y la célebre Poesía en movimiento, todavía tenida como insuperable, injustamente si le pudiéramos tomar su opinión a los poetas no incluidos, muertos y vivos. La editorial Versodestierro hizo una propuesta novedosa, 40 barcos de guerra, 2009: los editores convocaron a los poetas que consideraron sus campeones. Un gran acierto, pues si el número de poetas activos ha aumentado, los editores también y queda claro que no es posible avalar la construcción de pirámides en tiempos de condominios horizontales.
El año 2009 se publicó en Veracruz el libro Máscaras, de poetas del puerto de Veracruz. Hubo una “antología” anterior, publicada por la Revista Cultura de Veracruz, que incluyó a narradores y ensayistas. En Máscaras, cada autor seleccionó los que consideró no sus mejores poemas, sino aquellos que quiso divulgar como representativos de su labor poética.
*Editada por La cuadrilla de la langosta, México, 2004; más de mil páginas, 19 países, coedición Unam, Uam, Conaculta/Fonca, Fundación Bancomer.
Sobre esta trilogía recomendamos el artículo de Aglae Margalli publicado en Espéculo, revista de estudios literarios de la Universidad Complutense de Madrid en 2006, del que agregamos dos fragmentos:
http://www.ucm.es/info/especulo/número32/mujeres.html
"Un avance incuestionable para nuestro panorama literario, dada la apertura hacia los distintos países de nuestro continente y las diferencias de generación de las autoras, donde se incluye también a las españolas por compartir la misma lengua, son la mayor riqueza de esta aportación literaria. No obstante la diversidad en el quehacer poético y la pluralidad de voces no menoscaba la calidad poética que se aprecia en los distintos apartados en los que se divide la obra.
(...) No es fortuito que en un proyecto de estas dimensiones se haya contemplado en los países participantes una labor de rastreo de las llamadas obras de autor de escaso tiraje, que casi siempre terminan por perderse en los libreros familiares, ya que no cuentan con la debida difusión."
En relación con Aurora Marya Saavedra, lamentamos su fallecimiento, pues hizo una labor formidable también con poetas mexicanas: buscar, reunir…