El último día del estornino es un libro que sabrán apreciar aquellas personas que gusten alejarse de los convencionalismos habituales de lectura.
Gerardo Fernández Fe es un escritor que ha sabido instalarse en ese espacio literario de vanguardia donde la búsqueda de un estilo propio se convierte en sello de identidad. Y en esa exploración, no solo inventa textos que bordean la realidad, y que a veces vuelven su mirada a la historia, sino que en una estudiada maniobra poética, también inventa al propio lector. Lector, que no puede más que dejarse llevar por un torrente de personajes que debe articular en ese espacio narrativo tan particular. Novela inteligente donde las historias, en una estructura de raíz, se encadenan o concluyen en función del escenario y del conflicto tratado.
Gerardo Fernández Fe es un escritor que ha sabido instalarse en ese espacio literario de vanguardia donde la búsqueda de un estilo propio se convierte en sello de identidad. Y en esa exploración, no solo inventa textos que bordean la realidad, y que a veces vuelven su mirada a la historia, sino que en una estudiada maniobra poética, también inventa al propio lector. Lector, que no puede más que dejarse llevar por un torrente de personajes que debe articular en ese espacio narrativo tan particular. Novela inteligente donde las historias, en una estructura de raíz, se encadenan o concluyen en función del escenario y del conflicto tratado.
Luis Mota es un ornitólogo aficionado, que un día, a la salida del cine, asiste a la muerte de un estornino que cae convulsionado a sus pies. En un impulso por esclarecer las razones de esa muerte, el protagonista se lanza a una investigación sobre las aves que pueblan Caracas, la ruidosa ciudad donde vive. En la Biblioteca Pública Central solicita tres libros sobre la conducta de ciertas aves en las mesetas españolas. Ante la no disponibilidad de ninguno de aquellos, la bibliotecaria le ofrece como alternativa un enorme tomo, Mil mesetas: capitalismo y esquizofrenia, libro firmado por Deleuze y Guattari que desconoce por completo y que no cree le sirva de mucho en sus pesquisas. Resignado ante tremenda confusión, comienza a hojear el libro. A partir de ese momento, y como influida por aquel título, la trama de historias que confluyen en esa biblioteca comienza a surgir: una multiplicidad de “mesetas” que como nudos y tallos configuran una gran raíz. Las preguntas, personajes e incidentes conectados que Mota comienza a plantearse se complican al hallar en el libro un hueco cuidadosamente recortado entre las últimas páginas donde se oculta una pistola Colt 45.
Muchos y variados son los personajes que pueblan el singular imaginario de ese narrador inesperado con el que fácilmente nos podemos identificar. Como si de una sucesión de imágenes, películas, relatos, vidas en definitiva, todas entrelazadas, nos encontramos historias sobre diversos y variados protagonistas: un francotirador balcánico durante la cercana guerra yugoslava; el cubano exiliado en una ciudad norteamericana; un camionero checo y la chica cubana que recoge en una carretera griega; el padre de esa joven cuando se reúne en La Habana con el grupo de escritores de Reinaldo Arenas; una pareja de venezolanos que se ocupan más del trabajo (él) y de su amante escritor (ella) que de ellos mismos. Desconocidos que pronto se hacen cercanos y cuyo testimonio debe seguir el lector para alcanzar el origen y continuación de la siguiente historia.
Todo transcurre a partir del momento en que Mota recibe el libro equivocado, incluso dentro del aparente inmovilismo de esa escena. Las historias, imaginadas y al mismo tiempo reales, se nos presentan como una clara muestra de que las actividades humanas vienen condicionadas por el entorno histórico y social en que se desarrollan. Estamos ante un apetitoso ejercicio narrativo donde las palabras trasladan al lector, de manera solícita y estudiada, a otros espacios y vivencias. Como en un juego de espontáneos reflejos, muchas y diferentes lecturas son las que pueden hacerse. Y es ahí precisamente donde está lo más interesante de este último día del estornino, por otro lado, cien por cien recomendable en su lectura.
Gerardo Fernández Fe nació en La Habana, en 1971. Ha publicado la novela La falacia (Cuba, 1999) y el libro de ensayo Cuerpo a diario (Buenos Aires, 2007), así como ensayos, relatos y traducciones en publicaciones periódicas de Cuba, España, México y Argentina.
Consultar en este blog la crítica (viernes 27 de enero) y la entrevista (lunes 9 de enero) con Gerardo Fernández Fe de Ladislao Aguado.
La reseña adjunta fue enviada por El placer de la lectura.
Más información: prensa@elplacerdelalectura.com