Xavi Ayén (Barcelona, 1969; en la foto), obtuvo por unanimidad el xiii Premio Gaziel de Biografías y Memorias
que otorga la Fundación RBA y la Fundación Conde de Barcelona por el libro Los años del boom. El jurado estuvo integrado por Borja
de Riquer, Josep Maria Muñoz, Sergio Vila-Sanjuan, el director de La Vanguardia, Màrius
Carol, y el director de la Fundación RBA, Joaquim Palau. Xavi Ayén es coautor, con Carles Sentís y
Kim Manr, de Memòries d'un espectador y Rebeldía de Nobel.
En nota de Llátzer Moix (La Vanguardia, del 11 de enero de 2014),
Ayén cuenta: “empecé a investigar y vi que había mucho que contar: el boom no
hubiera sido lo que fue sin otras cuatro bes: Barral, Balcells, los barbudos de
la revolución cubana y Barcelona”. A lo que agregamos las b de los libros de la
colección Biblioteca Breve.
“El fruto de su pesquisa —anota Moix—
es un libro de unas 900 páginas, rebosante de información y vertebrado por una
convicción: “el boom, cuya existencia muchos niegan todavía, no fue una
etiqueta comercial, sino un grupo de escritores que, pese a la diversidad de
sus propuestas, compartieron amistad, estrategia, lugares de residencia,
intereses, disputas, viajes por España, cruceros y aficiones. No es casual que algunos
críticos les calificaran como una mafia”.
Pero falta precisar en la nota de Moix que la literatura de AL del siglo XX es más que los escritores del boom en Barcelona. Los escritores del boom y otros (dónde poner a Julio Ramón Ribeyro, a Bryce Echenique, que vivió en Francia, a José María Arguedas) estaban solos en América hasta que empezaron a ganar premios ideados en Barcelona y por la representación que tuvieron de la agente literaria Carmen Balcells, mientras otros, que se quedaron, hoy son autores editados en España y Cataluña; otros están fuera del mercado y al borde del olvido.
Pero falta precisar en la nota de Moix que la literatura de AL del siglo XX es más que los escritores del boom en Barcelona. Los escritores del boom y otros (dónde poner a Julio Ramón Ribeyro, a Bryce Echenique, que vivió en Francia, a José María Arguedas) estaban solos en América hasta que empezaron a ganar premios ideados en Barcelona y por la representación que tuvieron de la agente literaria Carmen Balcells, mientras otros, que se quedaron, hoy son autores editados en España y Cataluña; otros están fuera del mercado y al borde del olvido.
No niego la existencia del boom, me
opongo a reducir una historia a las empresas exitosas de los editores catalanes,
de aquellos años y del presente. Y sí fue y es una etiqueta comercial. Y más
que grupo fueron individuos con interés en publicar sus obras y que éstas
fueran difundidas con entusiasmo.
El predominio de la industria editorial
española en América Latina tiene más de un siglo. En Argentina, marcas como
Losada y Sudamericana estaban imprimiendo libros que hoy son joyas que
exportaban (hay que contar qué pasó con estas empresas, con Monte Avila en
Venezuela); en México, Joaquín Diez Canedo, con su editora Mortiz, sacó de su
condición de inéditos a autores de los años sesenta (pocos ejemplares y poca
exportación). Entonces los editores catalanes empezaron a publicar a escritores
latinoamericanos y a exportarlos de vuelta a América (ver catálogo de Alfaguara
hoy). En esa cresta aparecieron escritores que habían sido héroes locales en
sus países, poco difundidos.
Uno de esos libros, vuelto best seller, “propició —dice Ayén— la
globalización de la literatura latinoamericana, hasta entonces segmentada en
escuelas nacionales”. Afirmación muy
cierta.
“Barcelona tiene una importancia
decisiva en el boom –afirma Ayén–. La tiene porque Barral editó muchos de sus
títulos”, gracias al premio Biblioteca Breve. Agrego que había escritores de AL
en Londres, el exiliado Cabrera Infante, el trabajador Fernando del Paso; en
París, el permanente Cortázar, el asiduo Fuentes, quien murió en México pero
pidió ser enterrado en esa capital francesa; el incansable Leñero, afincado en México,
etc.
“Y en la ciudad [de Barcelona] se
estableció una colonia de unos treinta autores sudamericanos de segundo nivel”,
dice Ayén de una manera francamente desagradable, pues autores Nobel, que
podríamos considerar de primer nivel, con el paso de los años pasan a ser
considerados de tercer nivel en cuanto los promotores involuntarios (sobre todo
periodistas*) dejan de hablar de ellos. Y hay muchísimos autores cuyos libros
son traducidos sin ser señalados por premios.
“Carmen Balcells, rebautizada como Mamá
Grande por sus autores, es la gran aglutinadora del grupo –asegura Ayén–. Poco
a poco fue quedándose con los autores de Barral, creció con ellos y acumuló un
poder que le permitió cambiar las reglas legales del juego editorial,
favoreciendo los intereses económicos de los escritores, a menudo en detrimento
de los de los editores —afirma Ayén—. Balcells es el personaje más
shakespeariano de esta obra: alguien imprescindible para los literatos, con los
que anudó un lazo más allá de lo profesional, íntimo, indestructible”.
El comentario
con que finaliza su artículo Moix muestra a un Ayén frívolo, pues establece una
fecha, el 12 de febrero de 1976, para marcar el fin de lo que digo yo sería
sólo una etapa del boom, aunque reconoce que “los libros del boom siguen reeditándose”.
El “caso Padilla” dividió a los “integrantes” [del boom] en castristas y
anticastristas”, pero el “verdadero final” fue una pelea a golpes entre dos de
los autores, hoy Nobel ambos.
*El ejemplo más claro
es el de los reseñistas de cine, que viven fascinados con las películas de EU,
que si las ignoraran no tendrían de qué escribir. Recomendamos el libro de Ángel Rama sobre este tema.