"¿Alguien cree que el Cervantes tendría menos prestigio si estuviera dotado
con 1 euro en lugar de con 125.000?"
“Por traer el ascua de los
porcentajes a la sardina nacional, tal vez la decisión de Estocolmo sirva de
ejemplo en Madrid (Barcelona y alrededores). Dicho en plata: tal vez haya
llegado la hora de plantearse si, en medio de un tijeretazo que -por no salir
del ministerio del ramo de flores (Educación, Cultura y Deportes)- tiene
temblando a las escuelas, las bibliotecas y los museos, es sensato que la
mayoría de los premios que concede cada año ese mismo ministerio siga teniendo
dotación económica.” (Javier
Rodríguez Marcos, 13 de junio de 2012)
El lunes 11, la Fundación Nobel anunció que disminuye en un 20% el monto del dinero que entrega cada año a escritores afortunados. Pasó de un millón cien mil euros a poco más de 876 mil euros, según calculó Javier Rodríguez Márquez el 13 de junio en El País.
Con motivo de la selección de Philip Roth para recibir el dinero del "premio" Príncipe de asturias, el día 7 de junio publicamos en este blog una reflexión que se hizo realidad no en España pero que debería servir de ejemplo, que los escritores famosos no necesitan aumentar sus caudales. A continuación comparto ideas sobre premios como el Nobel, cuyo rechazo debería extenderse para que los lectores dejaran de admirarse por ese único gesto de un país desconocido por lo demás.
Los premios a los famosos sirven
para que los que nunca serán famosos crean que un día recibirán uno y sigan empeñándose en sus labores, que deberían ser altruistas
La carrera para obtener premios es
cara y larga.
Para recibir el Nobel de literatura
se requiere tener padrinos y conseguirlos lleva tiempo, hay que hacer
ceremonias, establecer complicidades. Los padrinos saben que no tendrán premio pero
presumirán de haber ayudado a que ahijado lo tenga.
Se necesita además promoción
política, ser alguien influyente en su país y mejor si lo es en varios países,
por motivos extra literarios.
No ganará un Nobel quien sólo hable de sí mismo,
de su obra y de su terruño. O sí, pero mejor si es malabarista con opiniones políticas de moda.
Los Nobel nunca son jóvenes, porque
no se puede garantizar el derrotero que seguirán, si será alguien confiable para
las ideas del país que los otorga.
El Nobel depende del equilibrio
entre los grupos de presión favorables y desfavorables a una candidatura.
La Fundación Nobel recompensa la vejez, los últimos años de los
escritores famosos (que ya recibieron varios kilos de avales para sus obras y sus acciones). Entre los 40 y 60 años de edad debe haber una consolidación de la fama; entre los 60 y 80 el candidato secreto entra en la vejez y el silencio hasta que el Nobel pone a su alcance un altavoz.
DEMOGRAFÍA DEL PREMIO LITERARIO. UN EJERCICIO
El principal mentís para los premios
es la cantidad de merecedores. Pensemos en cien países que tengan un escritor
para proponer como candidato al premio mayor. Se necesitan cien años para asegurar que le ha tocado a todos los escritores anotados y que cada país ha sido salpicado por el honor de saber de un ciudadano que ha tenido un premio (el proceso no sería como el de las olimpiadas ni el mundial de futbol).
Esto quiere decir también que cada año constatamos que
desconocemos a noventa y nueve escritores que lo merecen y que tienen que
esperar su turno. O, lo peor, que todo el mundo se entere que en algunos de dichos países no hay un solo escritor
con estatura para recibir el premio, lo que ocasiona una redistribución que causa desequilibrio, que unos países vayan acumulando más premios que otros.
El país que domina los procesos publicitarios, como vender derechos de autores que van sumando una "vigorosa" literatura nacional que parece imposible desdeñar (enfermedad típica de Hollywood).
NO HAY REGLAS
Los grandes premios los ganan
autores de cinco, de diez, de veinte libros. Es cuestión de fama pública. Si
hay un autor en un país mejor que otro, ganará el que sea más famoso y que además coincida con los intereses de los premiadores, que sea el más presentable
ante los representantes de quienes aportan el dinero, aunque sean ciudadanos que no leen, o un comité real. Hay países ricos en candidatos al
Nobel y países muy pobres en general, en principio por culpa de los propios escritores,
que no se propusieron como la tarea de su vida tener fama. (Jaime Velázquez)