En el libro de retazos del
periodista Fabrizio Mejía Madrid, Nación
TV (Grijalbo, mayo 2013; 1ª. reimpr. julio 2013, 2ª. reimpr. septiembre 2013;
el editor no anota el número de ejemplares) hay un error en la página 90, donde
escribe que el periódico Excélsior tenía al frente a Julio Scherer, Jorge
Ibargüengoitia y Octavio Paz. El segundo “al frente” era Vicente Leñero. Ibargüengoitia
colaboraba con artículos en las páginas editoriales. Leñero publicaría después Los periodistas (1978), un libro
testimonial, con apariencia de novela, formalmente muy diferente del libro de
Mejía Madrid, quien subtituló su libro: “La novela de Televisa”.
Hay
otras referencias a Octavio Paz en el libro de Mejía Madrid, quien trabajó en
el noticiero 24 Horas, repudiado por quienes también evitan la programación de
Televisa. Según el autor, Paz se enojó en 1986 por un cartel con su cara que Televisa
mostró en pantalla junto al profesor Memelovsky, del programa infantil Odisea
Burbujas. No obstante, cuando los restos del señor Azcárraga Milmo estuvieron
en la basílica de Guadalupe, Paz “hizo acto de presencia en el funeral”, “en
silla de ruedas”, rememora Mejía Madrid.
En la
página 69, el periodista describe una reunión de Azcárraga Milmo con Agustín
Barrios Gómez, “antes comentarista de los noticieros de Televisa”, y el poeta
Octavio Paz, a bordo de una limusina, “un Cadillac Fleetwood blindado, con
vidrios antibalas, con un motor turbo”, en Estados Unidos.
También
el nombre de Juan José Arreola aparece, en la página 115, como “escritor
asignado” para “culturizar” al señor Ramón Aguirre, en 1986 regente de la
ciudad de México.
Cada vez
más los periodistas reúnen escritos sobre uno o más temas, suyos o de colegas,
en “libros de crónicas”, y así evitan la desaparición de artículos que se pierden
cuando quedan en los periódicos o revistas de origen. Lo cual es de agradecer.
Por la cantidad de información que existe sobre Televisa, su pasado y su
presente, los escritores tienen que hacer resúmenes de algunos asuntos muy
sonados, lo que vuelve el texto resultante reiterativo en parte y escaso en
general.
A pesar
del subtítulo abusivo de “novela”, el editor anuncia el libro en la
contraportada como “historia de medio siglo de televisión” en México. Y exagera
cuando asegura que está “narrada con agilidad punzante”, cuando lo que vemos es
que se trata de la prosa periodística al uso en esta época.