[Nota. Al día siguiente de la redacción y publicación en Facebook del artículo que sigue, El País dio a conocer un libro: “¡En qué estaría yo
pensando!”, que lleva el subtítulo “30 periodistas de El País explican sus
peores fallos”, 4 de diciembre. Es de reconocer la importancia de esta acción, un primer paso ejemplar en la dirección correcta.]
Hace falta una oficina que se encargue
de multar a los entrevistados o colaboradores de periódicos que mientan o que
den pistas falsas o fraudulentas a los lectores, también debería haber una
modalidad de seguros que proteja a los dueños y directivos de los periódicos
por incluir informaciones dañinas. Habría una gran excepción: los políticos, ya
que es sabido que su trabajo consiste en abusar de la imprecisión del lenguaje
y en ser malabaristas de palabras que suenan bien y que no dicen nada. Gran solución
ha sido abrir una sección de comentarios de los lectores en algunos periódicos
y la apertura de un cubículo para el defensor del televidente en algún canal. Mientras
mejora la relación medio-lector, los afectados seguiremos quejándonos en balde,
sin poder enviar sugerencias como sería esta: “Ahórrenos la publicación de una
entrevista con el señor fulano de tal”. O, “cuidado con los mitómanos”.
Varias personas intervienen en la publicación de una noticia, el
encargado de agregarla en el periódico y darle un lugar, el diseñador, etc. Ayer
El País publicó una nota de Verónica Calderón con el señor Enrique Krauze, que
andaba por la Feria del Libro de Guadalajara. Pero, ¿fue ella la que escribió
el encabezado: “Krauze: ‘Decir que Octavio Paz era de derechas es una
barbaridad’.” ¿Fue ella la que redactó una pequeña entrada para atraer a los
lectores: “El historiador y escritor
reivindica la figura del único Premio Nobel de Literatura mexicano en el
centenario de su nacimiento”. ¿Ella destacó entre párrafos lo siguiente: “Paz
quería un diálogo con la izquierda, lo pidió siempre y se murió pidiéndolo”? Yo creo
que eso lo hizo un encargado de la redacción, un editor.
Según
Calderón, Krauze dijo que Paz “se puso sobre los
hombros una tarea que se antoja titánica: sumergirse en la psicología del
mexicano e intentar descifrarla. El resultado es El laberinto de la soledad,
un ensayo meticuloso, doloroso, fascinante y majestuoso.”
En México sabemos que Paz no fue el iniciador de esta labor y que no fue
el único. Antes que él hubo otros escritores iniciadores y que hicieron
aportaciones, más de veinte años antes que Paz. Lo que sí puede decirse es que
el ensayo de Paz es el más conocido, el más leído, y que a ello ha contribuido
el quehacer de Paz como poeta, comentarista político y de artes plásticas,
director de dos revistas: Plural y Vuelta. Tan es sabido, que Verónica Calderón
en su transcripción de la conferencia de Krauze anotó que éste dijo: [la
psicología del mexicano] es “un campo minado del que muy pocos han conseguido
salir indemnes. Y que ninguno ha descifrado con la maestría de Paz”. En ese
“muy pocos” y en ese “ninguno” están los autores que han escrito sobre el mismo
tema, antes y después del ensayo de Paz. Yo agregaría que todos, incluso Paz,
han contribuido a “descifrar” algo que en esencia es indescifrable pues no se
han usado con rigor las herramientas que hoy tienen a su disposición
antropólogos, sociólogos y otros académicos. Además, hay que recordar que la
formación de Paz fue la de un abogado y que muchas de sus afirmaciones son más
poesía que ciencia.
Cito un párrafo, que evidencia que no es fácil sintetizar una
conferencia:
“Krauze también dejó claro que Paz ‘siempre votó socialista’
y que le horrorizaba el American Way of Life. Que, “a diferencia de
Mario Vargas Llosa”, era un liberal en las ideas sociales (libertades en ideas
y políticas), pero que fue siempre un
crítico contra el capitalismo salvaje. Pese a que los críticos de Paz enfatizan
su cercanía con los Gobiernos priistas al final de sus días, que aplicaron en
México feroces políticas económicas neoliberales, mancha su figura.” [sic]
En México el voto es secreto y además no importa. ¿Qué quiere decir
Krauze con la frase “votó socialista”, acompañada de un siempre, como si
setenta años hubiera habido un partido que representara la vía socialista. El
Partido Comunista, en los años 30, 40, era clandestino, no estaba en las
boletas electorales. Hubo varios partidos que estuvieron a la izquierda del
Partido Acción Nacional (PAN).
¿”Siempre fue un crítico del capitalismo salvaje”? No. Simpatizó con los
republicanos españoles, estuvo en España en un Congreso de Escritores
Antifascistas, fue amigo de Pablo Neruda, con quien tuvo diferencias y nunca
volvió a hablar. Escribió en Los Ángeles su ensayo El laberinto… cuando trabajó
con el primer gobierno civil postrevolucionario, el de Miguel Alemán Valdés,
donde es posible que haya estado del lado izquierdo del Presidente pero no tanto
como la gente del Partido Comunista.
Aquí hay que intercalar el viaje a la Unión Soviética que hizo André
Gide y que estudió a fondo en un libro Alberto Ruy Sánchez. Gide regresó
horrorizado de la URSS y sonó la alarma: estaba muy mal lo que pasaba allá. Paz
entonces se alejó más de la izquierda. Cuando Paz se cansó de escribir sobre la
URSS, volteó la pluma para criticar el capitalismo.
El acercamiento de Paz al PAN ocurrió con la ayuda de Enrique Krauze,
que fungió como intermediario. No es verdad que “los críticos de Paz enfatizan
su cercanía con los Gobiernos priistas al final de sus días”. Paz se acercó al
PAN, aceptó su ayuda, pero no cortó sus relaciones con los gobernantes
priístas.
Debido al incendio en el departamento-biblioteca de Paz, éste se
trasladó a Coyoacán, a una casa que le facilitó un presidente priísta. La frase
“donde
vivía” es imprecisa, debe decirse “donde terminó su vida”. A él le gustaba
vivir en un departamento en la calle Guadalquivir, casi esquina con Paseo de la
Reforma, y debido al incendio tuvo que mudarse a Coyoacán, donde murió.
Krauze
estuvo en medio de la ruptura de la amistad de Fuentes y Paz, al publicar en
una revista de Estados Unidos una recensión crítica contra Fuentes y que
publicó también en Vuelta. Fuentes no perdonó a Paz que permitiera tal cosa en
una revista que debe haber considerado como su propia casa. El episodio importa
para señalar que Fuentes, que tampoco fue de izquierda, estaba más cerca de
este lado que Paz, que cada vez estaba más del lado de la derecha panista.
Finalmente,
decir que Paz “buscó el debate con el otro de
manera incansable, “y que murió buscándolo y se le ninguneó”, que “Paz era
de derechas es una barbaridad” y que Paz “lo que quería era un diálogo
con la izquierda, lo pidió siempre y se murió pidiéndolo”, son imprecisiones,
lamentables en un historiador. Sí buscaba el
debate, pero la mayoría de los que podían haberlo aceptado estaban del lado
izquierdo, en cualquiera de sus puntos, más cerca o más lejos de Paz. Que eso
era “ninguneo, puede ser, pero el propio Paz lo practicó en su revista, y
seguro que Krauze lo hace actualmente en su revista, para mantenerla libre de
impurezas. Es patético decir que Paz murió pidiendo un diálogo con la
izquierda, que siempre lo pidió. Paz no buscó a Neruda. Neruda no buscó a Paz.
No creo que Paz se haya enfermado por el fin de esa amistad y de ninguna otra
que podamos recordar. A Paz le gustaba polemizar, discutió con Carlos Monsiváis
en la revista Proceso. Jorge Aguilar Mora escribió un libro criticando ideas de
Paz. Tarcisio Herrera Zapién criticó el estudio de Paz sobre Sor Juana. En fin,
pudo haber temas más importantes que discutir que las opiniones políticas de
Paz.
Y no es una barbaridad decir que Paz viajó de la izquierda de su
juventud a la derecha de sus incesantes ataques a la revolución cubana, de su
perdón a Luis Echeverría Álvarez, en su madurez, de su apoyo al panismo en su
vejez.
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