TEXTO DE JESÚS GARRIDO*
La Ventana Cerrada, en su nueva
época, celebra hoy [septiembre de 1996] su presentación oficial, postergada
algunas semanas pero, a pesar de ello, oportuna. Siempre será oportuna la
existencia de una, llamémosle también, constancia, evidencia del quehacer
literario y cultural del puerto de Veracruz.
La Ventana abre hacia adentro
porque es allí donde transcurre el mundo verdadero. El otro, el mundo de
afuera, el de las ventanas abiertas, no guarda ningún misterio.
Juan Joaquín Péreztejada
escribió, con motivo del número inaugural:
“Iniciar una nueva aventura
literaria siempre da un poco de miedo. Ir acompañado de Jaime Velázquez es como
tomarse una dosis de meyeril de veinticinco y y vivir, como alguna vez los
franceses, en la resistencia cultural. ¿Qué hay en Veracruz digno de
difundirse? ¿Qué está pasando que el lector deba saber? Aquí vamos.”
Para estas fechas, agosto de
1996, reemprendemos la publicación de La Ventana Cerrada ya no más con la
natural desconfianza hacia el futuro, sino con la certeza de que sí hay
alternativas que ofrecer a los lectores, con gran confianza en ese extraño
privilegio, la amistad.
Ya lo decía Borges, y decía muy
bien: “un suplemento cultural es un grupo de amigos que se reúnen a hablar de
los temas que les gustan y que los unen”.
Esto nos lleva al incómodo
terreno de las definiciones. ¿Qué es La Ventana Cerrada, una revista, un
suplemento, un folletín, una hoja literaria? Respuesta inmediata: es una
publicación porteña semanal. En todo caso no es cuestión de formatos sino de
contenido.
Pero veamos. Los antecedentes
directos de La Ventana Cerrada parten de una revista, Galeón, y de La Puerta,
sección cultural de Llave, revista especializada más bien en política.
Galeón surge en 1988, con una
periodicidad promedio de uno o dos meses y logra subsistir cuatro números.
Galeón era una revista volcada hacia la creación, cuento y poesía, con algo de
crítica literaria. [Resto del párrafo, omitido.]
La Puerta aparece tres años
después como consecuencia de la búsqueda de espacios del Centro Literario de
Veracruz, integrado por Marisol Robles, Mary Carmen Gerardo, Jesús Garrido y
Juan Joaquín Péreztejada, contando con colaboraciones permanentes de Jaime
Velázquez.
La Puerta era una sección dentro
de la revista Llave, fungía más bien como suplemento si nos atenemos a la
opinión de Ignacio Solares, director de Diorama de la Cultura, suplemento
cultural de Excélsior, de 1971 a 1976:
“La página o sección está hecha
para informar de los hechos que acaecen diariamente en el ámbito cultural y el
suplemento debe servir, entre otras cosas, para reflexionar sobre tal
acontecer”. René Avilés Fabila, nombradso en 1985 director de El Búho, también
suplemento de Excélsior, comenta al respecto:
‘A un suplemento yo le daría una
vocación más de creación; es decir, más espacio para el ensayo, la crítica
literaria y cinematográfica, el poema, el cuento, el fragmento de novela…’.”
La Puerta era todo eso, y dadas
las posibilidades de Llave, incluyó fotografías y viñetas. De allí que otros
colaboradores fueran ya no sólo escritores sino también fotógrafos y
dibujantes: Genaro Aguirre, Miriam Gasperín, Ali Gardoqui, Arturo Talavera,
Leonel Zárate, Rosete.
Un intento más reciente data de
principios de 1993, año en que aparece Hipócrita Lector, revista con una
propuesta a medio camino entre Galeón y La Puerta, que no pudo sobrevivir al
primer número pese al entusiasmo de su editor, Juan Joaquín Péreztejada.
Ciertamente, el panorama
literario en Veracruz presentó, en el lapso referido, 198893, otras
publicaciones, escasas en número y que no podríamos llamar antecedentes
directos de La Ventana Cerrada. Sin embargo, merece mención aparte Sólo para
intelectuales, suplemento de Notiver dirigido en el espacio interdécadas por
Carolina Cruz, el cual gozó, cosa rara en periódicos locales, del apoyo del
director del periódico, más cuando sabemos que suele verse el suplemento como
un añadido, un lastre que no genera aumentos significativos en las ventas.
La Ventana Cerrada, como Galeón e
Hipócrita Lector es independiente y su fuerza es la voluntad de trascender de
sus editores y colaboradores. Supone, además de los ya mencionados, la
incorporación de otros nombres en los afanes culturales: Carla García, Erika
Rocha, Óscar Reyes, Fabiola López, Ariel García, Jorge Álvarez, Zarathustra
Vásquez, María Ofelia Broissin.
Por lo que hace a su contenido,
en La Ventana Cerrada conviven, en el más fiel espíritu de la época, cuento y
poesía, crítica y ensayo, viñetas y fotografías, música y cine, artes plásticas
y escénicas.
Aunque podríamos reconsiderar
esto último y marcar una tendencia común hacia los soles de arena y las flores
de sal, cotos de caza, culto del poema. La poesía escribe, trata y reintenta en
cada número, conviviendo siempre en armonía con las otras disciplinas. Por
ello, La Ventana es un intento visual, imagen que entra por la vista pero
penetra también por el oído.
Para aquellos que piensan que la
literatura y el arte que no se practica, presenta o difunde en el D.F. son
vanos e intrascendentes, ésta y otras muchas publicaciones mexicanas, que no de
provincia, se levantan, aún con la desventaja de un centralismo inmoral,
temeroso del país mismo, caen […] y vuelven a levantarse.
Podríamos resumir que La Ventana
Cerrada es una publicación local, nunca localista, imbuida de una universalidad
que por sí misma no pretende excluir sino asimilar, reinventar: universalidad
natural, la de las almas que habitan luz adentro, detrás de las ventanas.
(Omitimos el epígrafe y los
cuatro primeros párrafos del texto.)
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