“Si
España no se caracteriza por la gratitud y el trato exquisito a sus figuras
literarias más destacadas –por lo general las maltrata en vida y las
entierra en el olvido una vez muertas– no es la única en practicar tan
injusta conducta.”
Así da inicio
la nota, en uno de los blog de El Boomeran(g), de Javier Fernández de Castro,
sobre el libro Vivir y escribir, colección
de fragmentos de escritos de Gabriela Mistral compilados por Pedro Pablo
Zegers y publicados por la Universidad Diego Portales. Zegers dio a conocer
hace unos años las cartas que Mistral mandaba a su secretaria, Doris Diana.
Mistral “nunca
quiso redactar una autobiografía formal” y Zegers se puso a “entresacar y
ordenar cronológicamente los fragmentos [de escritos de Mistral]”, para tener una
“visión de una mujer singular y poco vegetativa y que se sentía
cómoda en ese caos moderado que era su cotidianidad”. Lo mismo que hizo para
integrar el libro Niña errante, que la escritora no habría permitido que se
publicara y que hace pensar en los huecos que de seguro hay todavía en las leyes de
protección de derechos de autor. Es difícil decidir qué conservar y qué
destruir de los papeles que dejan los escritores (caso actual de Julio
Cortázar; la que fue su esposa sigue publicando papeles que el escritor quizás
habría destruido). Conflicto ante el cual los escritores deberían dedicar un
tiempo, a tiempo, para hacer una limpieza profunda en sus escritorios. Zegers
consiguió las 230 cartas de Mistral “sin fecha y escritas con lápiz de grafito”
con los “herederos” de Doris Dana, al ser el intermediario con el estado
chileno. Dana murió en 2007. (Un caso patético es el de una estudiosa que se
aprovechó de Elena Garro.)
Zegers
dice que le ha dedicado su vida a Mistral, así que dice tener derecho y se puso
a preparar otro libro con las cartas de Mistral con su secretaria mexicana,
Palma Guillén. Recordemos que Mistral vivió un tiempo en Xalapa.
Otras citas del artículo de
Fernández de Castro
“Desde
luego que este libro de prosas autobiográficas no excusa de leer paralelamente
una biografía tradicional. Al revés, yo casi diría que es un estímulo para
conocer mejor a esta mujer hoy bastante olvidada.”
“Es
enternecedora su sorpresa [la de Mistral] cuando, al llegar a Madrid, descubre
que la lengua que le enseñó su madre, perdida entre las montañas y a resguardo
de modas e influencias extrañas, era descendiente directa de quienes
la llevaron allí y que, en cierto modo, incluso estaba mejor conservada.”
“Son
continuas las trifulcas con sus compañeros de profesión, que nunca le
perdonaron que ejerciera el magisterio sin tener título (como si para enseñar a
unos niños olvidados de la mano de Dios en uno de los más inhóspitos confines
del mundo se necesitase empapelar las paredes de diplomas); también con la
prensa nacional, las autoridades y algunas figuras señeras, concretamente con
Neruda, maestro, rival y protegido al mismo tiempo. Pero también con paisajes,
costumbres y grandes hombres de otros países y continentes.”
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