Ayer releí los Apuntes sobre poesía española de posguerra
(Taurus, 1970), de Félix Grande (1937-2014), una manera de pensar que el tiempo
del poeta sigue presente. Una nota inicial avisa que los apuntes fueron
publicados con el título “1939. Poesía en castellano. 1969”, en el número
catorce, extraordinario, de Cuadernos
para el Diálogo, una revisión de treinta años de literatura, en mayo de
1969. Aclara el autor que en abril de 1965 escribió esos apuntes para una
conferencia: “consulté libros, recuerdos y amigos” —dice y agrega— que “el
texto es una refundición y actualización”.
Son setenta páginas y unos apéndices. Me propuse enlistar los nombres de
los poetas que recordó y agregarles fechas de nacimiento, fechas de ediciones
de sus libros, para ver mejor qué pasó en esos años. Félix Grande estudia lo
que ocurrió después de 1945.
En la página 21 una nota al pie me dirigió al primero de
los apéndices, en la página 79: “Carlos, Carlos…” (Carlos Edmundo de Ory,
1923-2010) Y dados los días recientes, las muertes de Juan Gelman, José Emilio
Pacheco y el mismo Félix Grande, comparto aquí algunas líneas que tratan
precisamente de la muerte.
“España vivía una posguerra dilatada. Nuestra cultura, en
ese tiempo, tiene pocas rendijas. (…) Oculta su debilidad bajo aseveraciones y
anatemas. Toda mi generación se ha lamentado de haber vivido la infancia
durante aquellos años: si hubiéramos sido adolescentes, el trauma no habría
sido menor.”
“… aquel ágora sombrío. No culpo a nadie: era una
situación. Reconocer en la imaginación y el enfebrecimiento y el temblor y la
risa algo que veinticinco años más tarde buscarían muchos jóvenes desengañados
—o afortunados— y resueltos a respetar de verdad la grandeza de la poesía, era
algo notoriamente complicado en el extenuado Madrid de mil novecientos cuarenta
y cinco.”
“Nuestra posguerra no quiso —tal vez quepa decir: no
pudo— integrar aquella risa solar, ni aquella tristeza lúdica y boreal” [se
refiere a De Ory]. La posguerra y Ory fueron intrusos el uno para el otro.”
En septiembre de 1966, Félix Grande visitó a Ory en Francia
[¿en Thézy-Glimont, Picardía, donde murió Ory?; Grande también estuvo en
Austerlitz].
“Poco antes de regresar visito a Ory y le cuento esos
días. Me mira con piedad. Él dice que el cansancio hace inocentes a los
hombres: no sé si lo discuto, lo lamento, lo aplaudo. Ory tiene ojeras
históricas. Algo después de ese año se separará de su esposa. Tal vez está ya
en él sonando esa separación, como la carcoma en la puerta. Salimos a la
calle.”
Ory lee un titular en un periódico, “con letras enormes,
informa de una muerte ofensiva”.
“Al leer, Ory se queda pálido. Se apoya contra una pared.
Llora uno o dos minutos. Luego seguimos caminando. ‘Mi vida está señalada por
los cadáveres.’ No digo nada.” (…) ‘Desde hace años la muerte no me deja en
paz.’ Sigo callado. ‘Se me mueren todos.’ Se aprieta los ojos con los dedos.
‘Los años. Qué animales extraños.’ Siento el deseo de volver a mi casa, tocar a
mi mujer, mirar dormir a mi hija –y sigo en silencio. Ory continúa viviendo en
voz alta: ‘Cada año tengo más frío.’ Es el veintiocho de septiembre. Hace unas
horas ha muerto alguien que mencionan los titulares. Junto a esas letras negras
y vanamente gigantescas, una fotografía de André Breton.” (1896-1966)
Ory entonces tenía cuarenta
y tres años. Y de vuelta a nuestro 2014, qué puedo hacer, yo y quienes sientan
lo mismo, sino aumentar un enojo que ya se vuelve permanente, porque “la muerte
no me deja en paz”, “se me mueren todos”, y sentir más frío en este invierno en
Veracruz que unos días ha marcado 11° en los aparatos, nada para quienes viven
en regiones nevadas.
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