La
Marcha de la Dignidad toma el centro de Madrid con miles de personas
La protesta concluyó
con 24 detenidos, de ellos tres menores, y unos 88 heridos
Los manifestantes
llegados a pie no pasaron de 2.000
La protesta se
inspira en el sindicato de Gordillo y en los campamentos de IU en Extremadura
Las ocho marchas por la dignidad confluyeron
ayer en Madrid: unas 2.000 personas a pie y varios miles más (50.000 según la
primera versión de la policía, que luego rebajó a 36.000 asistentes) que se
incorporaron por otros medios, entre ellas decenas de miles de madrileños. Las
ocho marchas trataban de ser una metáfora de un malestar que recorre España. Un
malestar concreto sepultado bajo números escalofriantes: casi seis millones de
parados, decenas de miles de desahucios y miles de millones de recortes en
gasto social. La marcha desembocó en manifestación. Todo discurrió de forma
pacífica y planificada hasta entrada la noche, cuando elementos radicales y
policías antidisturbios entraron en acción. Pasadas las nueve de la noche, ya
había 24 detenidos, de los que tres eran menores. Además, los disturbios
causaron 88 heridos, de los que 55 eran policías. En total, 15 personas fueron
trasladadas a hospitales para una valoración, según Emergencias Madrid.
F. J. BARROSO
La Marcha de la Dignidad fue pacífica hasta bien entrada la noche. Solo
entonces elementos radicales y policías antidisturbios entraron en acción.
Pasadas las nueve de la noche, ya había una veintena de detenidos, después de
varias cargas policiales y el recibimiento a pedradas de los agentes. Casi en
la medianoche la cifra se cerró en 24 detenidos, de los que tres eran menores.
La Delegación del Gobierno informó de que a los detenidos se les acusa
de resistencia y atentado a la autoridad, vandalismo y destrozos en el
mobiliario urbano.
Emergencias de
Madrid ha informado también de que hay 88 heridos de carácter leve o muy leve,
de los que 55 son policías (46 nacionales y 9 municipales) y, el resto, 33
ciudadanos que participaban en la marcha. Además, 15 personas han sido
trasladadas a hospitales para una valoración médica.
La convocatoria de la
Marcha incluía tres lemas principales (“No al pago de la deuda”, “Ni un recorte
más”, “Fuera los Gobiernos de la troika”). Pero de ese programa de mínimos se
supo poco ayer. Palideció frente a la diversidad de reivindicaciones de las
pancartas. “Si no luchas, pueden contigo”, protestaba Mamen Ruiz, murciana de
32 años con dos hijos y que se unió a la Plataforma de Afectados por la
Hipoteca (PAH) de su ciudad cuando vio cerca el desahucio. Virginia, de 47 años
y funcionaria de Justicia se manifestaba “por las tasas, por la ley del aborto
y para decirle a Gallardón que se vaya”. Belén Calvo, maestra, de 32 años y en
paro desde hace tres, tomó un autobús en Burgos por la mañana vestida con una
camiseta con la leyenda “Gamonal. Barrio vivo, barrio combativo”. “He venido
porque tengo dignidad”, sentenció. En el remolino de voces decepcionadas se
fundieron extrabajadores de Panrico y Coca-cola, barrenderos de Madrid, las mujeres
del carbón asturiano, pequeños partidos de izquierda, miembros de las mareas
antirrecortes…
Las ocho marchas que
llegaron el viernes a las proximidades de Madrid se despertaron temprano ayer.
Después de un tentempié de fruta y verdura en el barrio de Vallecas, la procedente de Murcia y Valencia(que
durmió en el polideportivo de Rivas Vacíamadrid) fue recibida en el centro con
lágrimas, bocadillos, sopa de cocido en vasos de plástico y agua. Desde allí,
unas 2.000 personas continuaron hasta Atocha.
El sustrato de la
protesta fueron las columnas de caminantes que siguieron el trazado de las seis
carreteras nacionales que confluyen en la capital. Pero la verdadera materia
prima de la concentración fueron los madrileños y los llegados en trenes,
coches y autobuses desde todo el país. En Atocha todas las columnas se unieron
en un brazo que avanzó hasta la plaza de Colón, donde se leyó un manifiesto.
A las ocho y media de
la tarde se registraron unas cargas en Génova después de que un grupo comenzara
a lanzar objetos ante las vallas colocadas por los antidisturbios junto a la
sede del PP. Fue la única acción violenta reseñable durante la marcha. La
preocupación por episodios de este tipo ha sido constante. Agripa Hervás,
organizador de la marcha este y miembro de Esquerra Unida del País Valencià
reconocía cierta inquietud: “Tememos que grupos extremistas estropeen una
marcha pacifista”. Esta alerta dio pie a un despliegue policial de récord:
1.650 antidisturbios, además de efectivos de la Guardia Civil y la policía
municipal.
La manifestación
entre Atocha y Colón figuraba en los permisos de la Delegación del Gobierno en
Madrid a nombre de un particular. La Marcha de la Dignidad se presenta como un
movimiento sin líderes que ha progresado a golpe de asambleas. En gran medida
es cierto, pero eso no significa que sus inicios no hayan sido cincelados con
esmero. El gran impulsor de la iniciativa ha sido el Sindicato Andaluz de
Trabajadores (SAT) de Diego Cañamero y José Manuel Sánchez Gordillo, pero el
germen del movimiento se plantó el año pasado en Extremadura, en los Campamentos Dignidad. Esta
semilla ha ido regándose hasta ramificar en una elaborada organización que
ofrece cobijo a las reivindicaciones de más de 300 colectivos y miles de
ciudadanos sin ninguna adscripción.
Los Campamentos
Dignidad nacieron en Mérida con una concentración frente a una oficina de
empleo que exigía la creación de 25.000 puestos públicos y una renta básica.
Abrazado a estas dos reivindicaciones el movimiento fue trepando con vigor, lo
que le permitió entretejerse a colectivos en expansión, como la PAH.
Manuel Cañada,
ex coordinador general de Izquierda Unida en Extremadura y tres veces candidato
a presidir la Junta, se convirtió en cabeza visible del campamento. Cañada,
miembro de la vertiente más ortodoxa del Partido Comunista (la que en
Extremadura ha rehusado pactar con el PSOE) se propuso demostrar que los
parados representaban una fuente de movilización social. “Los Campamentos
Dignidad somos el 15-M obrero”, ha sido una de sus consignas, insistiendo en lo
fértil que resulta el clima de anarquía y pluralidad para movimientos de
contestación.
La estrategia de
Cañada es un buen ejemplo de la gordillización de la izquierda
del sur: el recurso a acciones de resistencia civil para hacer política fuera
de los canales parlamentarios. El extremeño reconoce el ascendiente del alcalde
de Marinaleda, ha participado en encierros y asaltos a supermercados, y
colabora con los impulsores del modelo de okupación social de la Corrala Utopía, plataforma
sevillana próxima al SAT.
Los Campamentos
organizaron una primera Marcha Dignidad en Extremadura en septiembre de 2013.
En esta fase Cañada también tendió puentes con el Frente Cívico Somos Mayoría
de Julio Anguita, que ha terminado oficiando de maestro de ceremonias en los
actos de presentación de la Marcha de la Dignidad.
Con estos padrinos,
el mismo mes de septiembre se desarrolló una primera reunión en Madrid para
planificar una marcha estatal. A partir de este pistoletazo de salida arrancó
una frenética actividad marcada por la institución de pequeñas plataformas
locales dedicadas a recabar apoyos económicos, difundir el proyecto por
Internet y negociar con sus respectivos Ayuntamientos el alojamiento de las
columnas de manifestantes.
Las asociaciones que
han contado con medios (especialmente sindicatos e IU) han cedido locales e
infraestructuras para las reuniones de los comités, pero el movimiento se ha
basado en la autofinanciación. Por ejemplo, el viaje en los autobuses que
llegaron ayer a la capital le ha costado una media 20 euros a cada viajero.
Todos los detalles se han cuidado a pesar de la multicefalia imperante. Un equipo
jurídico de 50 letrados voluntarios se ha movilizado para enfrentarse a
previsibles problemas legales en las manifestaciones. “Si te detienen, hay que
decir ‘equipo jurídico 22m”, reza su cuenta de Twitter.
El colectivo
Campamento Amigo 15M, red con experiencia en movilizaciones como las mareas
ciudadanas, se ha ocupado de coordinar la búsqueda de domicilios en Madrid.
Esta red avisa de que no gestiona la creación de un campamento, asunto
peliagudo después de que varios colectivos expresaran su ambición de repetir
una instalación como la de los indignados en la puerta del Sol en 2011, algo
que la Delegación de Gobierno aseguró que evitaría a toda costa.
A las nueve de la noche se habían
producido tímidos intentos de extender tiendas por Recoletos sin demasiado
éxito.
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