Los
narradores no se preocupan por quienes van a leer sus obras traducidas. Es cuestión del
editor ayudar con notas al pie de las páginas. Del traductor. Del lector.
En
el Taller de Creación Literaria (viernes 16:30 a 18:30 hrs.) de la USBI-UV Boca
del Río, estamos destacando los rasgos definitorios de obras en autores que han
aportado vetas en el arte de la escritura.
Últimas tardes con
Teresa,
de Juan Marsé (Seix Barral, 1966), nos ofrece en esta ocasión un complemento al repaso
cotidiano de los periódicos. Hoy en la mañana vimos la foto de la vicepresidenta y
de dos ministros del gobierno de Mariano Rajoy muy contentos por la ley sobre
el aborto que defienden en contra de la opinión de muchos ciudadanos.
Además
de constatar lo inútil que es una legislatura donde un partido tiene mayoría,
pues se da el lujo de ignorar al resto de los integrantes, además de proponer
una reforma que concediera vacaciones a los que están en minoría, pues son
inútiles sus participaciones, además de que se tomara la decisión de siempre mantener
igual el número de legisladores de cada partido (las elecciones serían por las
personas dentro de cada partido, tendrían que ser
no por carreras políticas sino por el dominio de un tema, pues los ganadores de cada partido tendrían que
discutir con sus pares cuando las propuestas sean diferentes).
A
pesar de la disfuncionalidad que vive el gobierno de Rajoy, la sociedad
española seguirá avanzando. En 1966, el narrador escribía sobre la divulgación
del uso de anticonceptivos y hacía un retrato de la gente adinerada de la época,
que recuerda los murales mexicanos que criticaron la sociedad porfirista.
En
cuanto a lo que dijimos de las traducciones, cuando un escritor ahonda en el
lenguaje de su comunidad aparecen palabras que nos llevan a consultar el
diccionario.
Ejemplos.
Un “izquierdoso burgués” llama a un personaje xarnego, que es un podenco
valenciano. En otro momento se habla de la bebida cuba-libre y de una “ginebra
a palo seco”, que quiere decir sin agua y sin hielo. “A palo seco” se usa
también con otras palabras. Nuestro “se pasa de lanza” aparece en la novela
como “se pasa de rosca”.
En
geografía. Los catalanes salen de Barcelona para disfrutar de lugares como
Blanes, primer pueblo de la Costa Brava, a un lado del río La Tordera (Internet
dice), Lloret, ambos en La Selva, de la provincia de Gerona. La Costa Brava
llega a la frontera con Francia, en Portbou, y la gente en trenes, autobuses, camiones,
coches van disfrutando la vista del Mediterráneo, como ocurre cuando salimos
hacia Costa Esmeralda, Veracruz, y vemos el Golfo de México.
El Seat 600 circula en la novela de Marsé
Capítulo
II, segunda parte, de Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé. P. 101
“Desalmados
veraneantes ateos y piadosos enamorados locales seguían disfrutando —y por
cierto con muy diversa fortuna a la que merecían según la bondad de sus
creencias…
“Una
música suave, epidérmica, como un estremecimiento de la piel soleada al
contacto con la brisa… se esparce por el litoral todas las noches juntamente
con una especie de invasión de termitas coloradas que salen de hoteles y
residencias con los hombros despellejados y el corazón tropical, y llenan las
salas de fiestas, los bailes y las terrazas… Pero lo que más abunda son
turistas: éstos son los ricos que se ven, piensa él, los que a veces incluso
pueden tocarse… los que permiten, no sin fastidio por su parte, que los
arrebatados indígenas llegados en bandadas los fines de semana, en trenes y
motos, envuelvan con miserables miradas de perros apaleados sus nobles cuerpos
soleados y su envidiable suerte en la vida…
p.
102
“Pero
hay otros aún más ricos, los que apenas se dejan ver, los verdaderamente
inaccesibles. De ellos se podría decir que no existen si no fuese porque
algunas veces han sido vistos en lugares públicos. En sus raras visitas al
pueblo sonríen con desinterés mirando a las parejas, se ve que están habituados
a la felicidad, que sus pasiones están en otra parte… No son ni turistas ni
indígenas: viven en Villas de recreo, que tampoco apenas se ven, rodeados de
jardines y pinares, entre silenciosos y rumorosas frondosidades de ocio, nos
miran sin vernos, sus ojos están podridos de dinero y su poderosa mente marcada
con viejas cicatrices de sucios negocios. Igual que gangsters retirados,
reposan impunemente junto a piscinas disimuladas, apenas visibles a través de
los setos, junto a campos de tenis donde juegan muchachas que podrían ser sus
hijas pero que nunca se sabe, ni si viven allí o han sido invitadas, ni
siquiera si son realmente tan jóvenes como pareen vistas de lejos…”
p.
106
“El
prestigio que gozaba Luis Trías de Giralt en la Universidad por esas fechas era
fabuloso… Estudiante aventajado de Económicas, nieto de piratas mediterráneos,
hijo de un listísimo comerciante que hizo millones con la importación de trapos
durante los primeros años cincuenta, era alto, guapo, pero de facciones
fláccidas, deshonestas, fundamentalmente políticas, carnes rosadas, el pelo
rizoso y débil, la mirada luminosa, pero infirme… cierto chulito fantasioso del
barrio chino, al que le unía una singular e indecible amistad de tira y afloja,
le llamaba Isabelita, lo cual, dicho sea de paso, a él le hacía un tilín
embarazoso y no menos inexplicable que su debilidad por el muchacho…”
En
fin, una lectura que comprime el tiempo: ¿1966 o 2014?
2 comentarios:
Agrego, de la página 140, el parecer de la madre de Teresa, según el narrador: "el Monte Carmelo era algo así como el Congo, un país remoto e infrahumano, con sus leyes propias, distintas".
Agrego, de la página 140, el parecer de la madre de Teresa, según el narrador: "el Monte Carmelo era algo así como el Congo, un país remoto e infrahumano, con sus leyes propias, distintas".
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