Otro libro por rescatar, el de Pablo Fernández Márquez, Los personajes de la Celestina (Alejandro Finisterre Editor, 1970). Tiene un "prólogo" facsimilar de León Felipe, de 1967, e lustraciones cuya procedencia no se indica y que son una maravilla. Tiene una dedicatoria: "A Eugenio Méndez, hombre noble y amigo generoso". Es una pena que no se haya escrito el segundo apellido, pues podría tratarse de un veracruzano atento a las vicisitudes de la cultura desde la capital de la república.
Ciertas noticias de estos días, provenientes de España, que divulgan el llamado del gobierno a los israelíes, a quienes les han ofrecido pasaporte si comprueban que sus antepasados habitaron en la península (ver nota en elpais.com: Añoranza por Sefarad, pero no para volver", artículo de David Alandete, Jerusalén, 15 de febrero, y decenas de cartas-polémicas), y respuestas diversas, de israelíes y de lectores.
Complemento pertinente nos parecen las palabras de Fernández Márquez en este libro "viejo".
"España hubiera sido el país más transigente en religión, y en ella hubieran convivido tres creencias, si por un lado, la alta dirección del Estado no hubiera creído esto peligroso para la naciente unidad nacional, y, por otro, si al morir el poder feudal, no hubiera sido el alto clero el mayor detentador de riquezas, y el elemento social más culto y preparado políticamente. Y entonces, en aquel momento crucial, vinieron las conversiones en masa, la expulsión, el incumplimiento de tratados que permitían la existencia de templos mahometanos y hebraicos. Un furor fanático se había enseñoreado de la iglesia dominante. Y España fue intransigentemente católica, aunque muchos ciudadanos en lo íntimo de su ser, fueran escépticos. Condición que, desde entonces acá, llevan en el alma miles de españoles."
"Indudablemente, Rojas [autor de La Celestina] es un escéptico, pero también lo fueron muchos de los escritores españoles que le precedieron inmediatamente, sin haber pasado del judaísmo al cristianismo, y de los que Menéndez Pelayo dice: 'pero no es difícil encontrar en poetas y prosistas de los más afamados, indicios de una cierta licencia de pensar, y más aún, de extravagante irreverencia en la expresión'."
No debemos seguir dándole la espalda a la cultura cuya lengua y más señas culturales tenemos en nosotros, porque hablar español implica hablar una historia. ¿Cuánto tiempo más vamos a dejar que priven los motivos de dejadez por los que Menéndez Pelayo, y muchos autores más, sean lecturas inalcanzables.
Por lo pronto, en rtve.es pudimos ver tanto a un judío como a un católico a los lados de Isabel, en una segunda temporada de especial interés para nosotros, latinoamericanos. Terrible la actuación de la Inquisición y de la propia reina, de Fernando, pues por conseguir dinero hicieron y deshicieron.
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