Mujer soy de pensamiento con
alas,
ojos cansados que se cierran como
ataúdes
cuando sale el sol y las gafas
no son suficientes.
Cargo en mis hombros la estela de la
culpa,
una culpa heredada de mis ancestros,
y es que a veces me sucede no estar
ni aquí ni allá,
y la gente se pregunta si ando en la
luna
o en otra galaxia,
en los brazos del ocio o el miedo.
Hace tiempo lo aprendí: “el
pensamiento que duda
es una fruta podrida que contamina”,
y como tal, sola ha de estar soportando el halo salvaje
de la descomposición.
Mujer soy de pensamiento con alas,
no puedo vivir la vida mecanizada y
presurosa,
que vive la gente de “metas” y
“éxito”,
no puedo ir a ningún lugar
porque cuando quiero ir a algún
lugar,
me mofo de mí misma por traicionarme
así,
por ser cómplice de la blasfemia
universal.
Me enojo con el mundo y conmigo
por seguir respirando,
pero amo el mundo y a la vida
también,
soy sólo una amante despechada
que escribe cartas de amor cuando se
pone triste.
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