CARTA ENTREGADA A LOS CUATRO CANDIDATOS A LA PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA MEXICANA
A
los candidatos a la Presidencia de la República:
Quien
resulte ganador de la elección presidencial tendrá la impostergable
responsabilidad y la obligación de dar un giro a la política cultural en México.
La
cultura no tiene partido y es un derecho de todos los mexicanos de acuerdo con
la reforma constitucional de 2009. Es motor de bienestar, fuente de identidad,
otorga sentido de pertenencia y es un factor esencial para la gobernabilidad y
para restablecer el tejido social en un país lastimado por la violencia.
Ante
el inaceptable silencio de las campañas electorales respecto a la cultura,
exigimos a quien asuma la Presidencia de la República, el cumplimiento de los
siguientes compromisos mínimos:
1.
Incluir a la cultura y las artes dentro del Plan Nacional de
Desarrollo como un tema común y articulado en los planes sectoriales de
educación, desarrollo social, economía, salud, turismo, medio ambiente,
comunicación, seguridad pública y relaciones internacionales como lo señala la
Ley de Planeación reformada el pasado 27 de enero de 2012.
2.
Respetar escrupulosamente las culturas y la diversidad
lingüística de los pueblos autóctonos u originarios, comunidades y de las
culturas populares y reconocer sus derechos a gestionar su patrimonio cultural,
para lo cual es necesario la creación de fondos de inversión e innovación y una
legislación que les otorgue personalidad jurídica que les permita su defensa y
aprovechamiento. Esto es un
factor de justicia social.
3.
Asumir que la cultura es también un sector productivo, y por
ello debe tener acceso a créditos, estímulos económicos y fiscales diseñados de
acuerdo con sus propias características, atendiendo prioritariamente a los colectivos
juveniles, a la micro, pequeña y mediana empresa y organizaciones culturales
civiles. La muy diversa industria cultural puede generar mayores
dividendos sociales y económicos si se le da acceso a nuevas formas de gestión,
a redes internacionales de intercambio, coproducción y cooperación; es decir,
si se propicia la intervención de diversos actores culturales, y el gobierno
deja de ser el único (o muy principal) promotor en este ramo. El Estado debe
invertir en cultura, pero sobre todo, ser facilitador de la participación de
otros agentes.
4.
Poner fin a la discrecionalidad en la distribución de fondos
públicos para la cultura y las artes, definiendo reglas claras para el
financiamiento público de instituciones, entidades federativas y sociedad
civil, a partir de criterios de descentralización, inclusión y beneficio
social.
5.
Proponer los cambios legislativos y tomar las medidas necesarias para incluir la educación
artística, digital y audiovisual en el sistema educativo nacional y el uso
cultural de los medios de comunicación.
6.
Diseñar
estrategias de promoción, difusión y fomento de la cultura y las artes a nivel
internacional acordes a la política cultural de Estado y
crear nuevas estrategias de promoción cultural, acordes a los cambios que
demanda el avance tecnológico.
7.
Impulsar la reforma de las instituciones públicas encargadas
de las políticas culturales y que hoy consumen la mayor parte de los recursos
en gasto burocrático y diseñar un sistema de planeación y evaluación que permita tener indicadores de
desempeño e impacto social.
8.
Fortalecer y ampliar políticas de fomento a las diversas
ramas y actividades del sector, que estimulen la inversión pública y privada,
al igual que la creación de fundaciones, colecciones, instituciones, centros
culturales juveniles y otras pequeñas iniciativas no gubernamentales o
mixtas, que brinden beneficios colectivos y comunitarios en este campo.
9.
Crear programas de formación en gestión, administración y
comunicación cultural para responsables del sector a nivel federal, estatal y
municipal así como para organizaciones culturales y artísticas.
10. Tener
claro que quien dirija la institución rectora del sector, deberá tener la
capacidad para articular una política pública de Estado, fincada en el diálogo
con las comunidades culturales, instituciones y empresas, tomando en cuenta
experiencias locales e internacionales exitosas. Esta persona deberá tener
experiencia probada en su quehacer, contar con una visión amplia,
desprejuiciada e incluyente del inacabable terreno de nuestra cultura, y gozar
del respeto de los protagonistas de estos procesos.
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