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domingo, 11 de diciembre de 2011

EL SINIESTRO PLAN DE VINTILA RADULEZCU

Escrita y dirigida por Martín Zapata.

Los lectores de este blog pueden consultar el texto que acompaña la obra, incluido el viernes 9 de diciembre, para completar su lectura.

Un historiador, Jonathan MacLean, publicó los resultados de una investigación que hizo a propósito de una maestra que tuvieron Samuel Beckett y Eugène Ionesco cuando tenían cuatro años, en países diferentes, en años diferentes: Irlanda y Rumania. La maestra pudo haber sido la misma, “a juzgar por la extraordinaria similitud de sus facciones”, de acuerdo con fotografías escolares.
            MacLean, profesor en la Universidad de Michigan, expuso sus descubrimientos en el libro El caos y la nada, mismo que utilizó Martín Zapata para su pieza teatral, además de sus conversaciones con MacLean y su esposa Ana Miller, sicoterapeuta.
            Martín Zapata escribió una obra difícil, en un escenario vacío, donde dos personas, una mujer (Adriana Duch) y un hombre (Manuel Domínguez) hablan y cambian de identidad con sólo decirlo. En el trasfondo está, por supuesto, Esperando a Godot, de Beckett, Ionesco y el Teatro del Absurdo. Agrego una obra fascinante de Herman Melville, El estafador y sus disfraces, que gravita en la escena.
            Las palabras, más conmovedoras que el movimiento, que en esta obra es mínimo, van convenciendo al espectador del recorrido por sucesivas personalidades, necesarias para obtener las “confesiones” de la mujer.
            Ella empieza la obra como una indefensa turista, luego es una espía, una asesina; el hombre es un distraído paseante que va aclarando su presencia allí: “¿por qué he de creerle?, dice la mujer”, luego es envenenado y al final ¿triunfa?
            La obra vuelve al principio, cuando se habló de un hombre que había muerto en el mismo sitio por combustión espontánea, cuando la mujer es envuelta por una espesa humareda.
            También se evoca a un personaje que habría conseguido viajar en una máquina del tiempo, del futuro hacia el pasado, y que informa de la bomba atómica siete años antes de su fabricación.
            Martín Zapata aporta datos sobre las coincidencias que acercan a Beckett y Ionesco: “los dos vivieron en París, como inmigrantes, y tanto el uno como el otro escribieron dramas en los cuales el personaje principal, enunciado en el título de la obra, nunca aparece a lo largo de la trama”.
            El gran personaje de la obra de Zapata es el lenguaje. Debido a la enorme cantidad de datos y detalles, equivalente a cambios de vestuario, mujer y hombre tienen que convencer al otro de la falsedad de lo dicho antes o de la veracidad de lo que se dice a continuación. Ese lenguaje es el de uso cotidiano, salpicado de formas coloquiales como las que se usan en las traducciones de los programas de televisión, con adjetivos que podrían ser convincentes si fueran menos insistentes.

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