TERCERA PARTE. FINAL
García Lorca trabajaba en La destrucción de Sodoma cuando en España estalló la Guerra Civil. Al preguntarle sobre sus preferencias políticas, él manifestó que "se sentía a su vez católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico". En realidad, nunca se afilió a grupos políticos, ni discriminó o se distanció de ninguno de sus amigos, por cuestiones de esta índole. Colombia y México, cuyos embajadores previeron que el poeta pudiera ser víctima de un atentado debido a su puesto de funcionario de la República, le ofrecieron el exilio, pero Lorca rechazó las ofertas y se dirigió a su casa en Granada para pasar el verano. Solía decir: "Como no me he preocupado de nacer, no me preocupo de morir".
En una entrevista que le hiciera El Sol, de Madrid, poco antes de su muerte, expresó:
"Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más, yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista abstracta, por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política".
El día 16 de agosto de 1936, tras una denuncia cobarde y anónima, lo detienen en casa de su amigo, el también poeta Luis Rosales. Sus amigos lograron "arrancar la promesa a las autoridades nacionales, de que sería puesto en libertad 'si no existía denuncia en su contra'. Pero no fue así. El gobernador civil de Granada, José Valdés Guzmán, el mismo que había ordenado a Ramón Ruiz la detención del poeta, fue quien dio la orden de ejecución: dicen que los motivos fueron: 'por su afinidad con el Frente Popular y por ser homosexual'."
Cuentan que fue fusilado bajo la sombra de un olivo, en el camino entre Víznar y Alfacar, aquella fatídica madrugada del 18 de agosto de 1936. En su muerte lo acompañaron el maestro Dióscoro Galindo y los banderilleros Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. Hasta hoy, sus cuerpos permanecen en una fosa común e ignota en alguno de los parajes que tanto amó.
Tras su muerte se publicaron Primeras canciones y Amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín. En 1937, Antonio Machado escribió el poema "El crimen fue en Granada".
El pelotón de verdugos / no osó mirarle la cara. / Todos cerraron los ojos; rezaron: ¡ni Dios te salva! / Muerto cayó Federico / -sangre en la frente y plomo en las entrañas- / ... Que fue en Granada el crimen / sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada.
Aquella lejana tarde granadina, luego de recorrer la casa-museo, cruzamos el jardín. Los rosales floreaban. Parecía que cada flor viva deseara tener el don de la palabra y contarnos las historias ocultas. Flanqueando las bardas crecían árboles de formas caprichosas. Parecían jóvenes rebeldes en pleno desarrollo. Sus hojas pecioladas, se mecían juguetonas al compás de la brisa. Eran árboles de ginkgo, verdaderos fósiles vivientes. En Japón los conocen como el árbol de la vida,* porque fueron los primeros en resurgir después de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Quizá por un motivo similar... fueron sembrados allí, para que el Lorca de los gitanos viva tranquilo la efímera inmortalidad humana.
*Ginkgo. Árbol de los cuarenta escudos, árbol de las pagodas. En chino, yah-chio, quiere decir pie de pato, por la forma de sus hojas. En japonés, yin kuo, albaricoque de oro, por las nueces que aparecen en el interior de su falso fruto.
Este texto fue leído por su autora, Alicia Dorantes Cuéllar, en ocasión del 75 aniversario de la muerte del poeta.
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