El reportero va a la fuente y toma el agua que encuentra.
El jefe de información envía a otro reportero a la vuelta de la esquina para
corroborar la llamada versión oficial con los testigos e involucrados. El jefe
de redacción pondera y corta los textos recibidos. Algo quedará no dicho. El
lector entonces se asoma a la sección editorial, donde las mil cosas del día
quedan reducidas a una o dos, las que tienen apariencia de más importantes y
que al día siguiente ya nadie recuerda.
En el Excélsior de Julio Scherer, en los años setenta, yo
no leía la opinión del periódico (textos sin firma) sino las colaboraciones de
escritores que, por estar allí, debía leer porque representaban una calidad
literaria, como Jorge Ibargüengoitia, Salvador Elizondo y otros. Jorge escribía
lo que vivía en la Ciudad de México. Elizondo escribía de Paul Valéry y de
Monsieur Teste, como si el periódico fuera una revista de literatura. El que
fui en esos años veía las noticias de México sin atención, excepto si era algo
grande. Tomás Mojarro mostraba en Radio Universidad su colección de asuntos en
los que los policías algo habían hecho mal —siempre— y era algo tan distante de
mí como el señor Cabeza de Elizondo, lo contrario de oír la canción de moda una
vez más.
Scherer fue defenestrado, Ibargüengoitia murió con otros
escritores en un accidente y los años han pasado sin que haya un periodismo
distinto, excepto porque hoy leo varios periódicos de otros países en la
pantalla de una computadora. Lo diferente es que ahora hay más “reporteros”,
las fuentes oficiales son marginales y cada persona escribe su propio editorial
al compartir, al señalar me gusta en decenas de mensajes cuya brevedad y humor
son irresistibles. El agua se derrama y la opinión pública brinca en los
charcos que se forman.
No hay caos porque los canales de televisión y las
estaciones de radio siguen las formas de hace medio siglo. Una excepción es
Carmen Aristegui, quien e recuerda aquellos programas de Mojarro sobre chapuzas
policiacas, hoy con abogados y empleados de gobierno incluidos.
Quizás sirva mencionar el caso de los fotógrafos de la
fuente. Las personas no cambiamos de aspecto en un día —de peinado sí, las
mujeres, y locutoras como Laura Barrera de Noticias 22—, así que con una sola foto
al año podrían ahorrarse el transporte al gran acontecimiento del día. Lo
diferente en las fotos son las personas que acompañan al gran personaje. En
busca de escenarios y de gente que los salude, los gobernantes trabajan
mientras caminan en “giras de trabajo” y no en una oficina, en constante
campaña, como artistas incansables ante públicos ansiosos.
En busca de un nuevo periodismo convendría hacer evidente
la poca atención que obtiene la fotografía de un político o gobernante en la
primera plana de los periódicos en pocas esquinas de la ciudad.Sería benéfico
para todos dejar de ver y oír noticieros en los que son presencia constante los
políticos, los gobernantes o los accidentes.
Sería un buen trabajo buscar noticias donde no haya
fuentes cegadas. El día de los reporteros y fotógrafos volvería a ser
interesante, empezaría con la pregunta: ¿Qué hago, adónde voy? Y los
Ibargüengoitia y los Elizondo tendrían trabajo, las páginas de colaboraciones
aumentarían, sería más apreciado el trabajo intelectual que la oratoria frente
a cámaras y micrófonos donde los medios no tendrían que coincidir en que esa es
la nota del día.
La manera de evitar que periódicos y noticieros
desaparezcan es ampliando la oferta de asuntos hasta hoy considerados buenos
para las últimas páginas, como sucede en la revista Proceso fundada por Julio
Scherer, que deja cultura, espectáculos, deporte y cartas de lectores al final
de “lo importante”, que lleva foto en la portada, casi siempre un político o
gobernante descubierto en falta.
No sé desde cuándo creemos que lo que hace un político y
un gobernante es algo que debe interesarnos a todos y que sólo es noticia
verdadera cuando nos afecta, por ejemplo cuando hay un nuevo impuesto, la reducción
al presupuesto, es decir, algo que al día siguiente deja de tener importancia.